Mostrando entradas con la etiqueta TNT. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta TNT. Mostrar todas las entradas







Saquitos de huesos recubiertos de pena


TNT significaba Tú Nosotros Tormenta para los más burdos.
Yo sé que en verdad era un Te Necesito a Ti. 

Y, me necesita. No más cafés para uno.  

Es como el tictac del reloj cuando estás esperando a alguien, los diez segundos en que buscas la cartera en el bolso y decide estar desaparecida hasta que parece que se te para el corazón, los tres tonos del teléfono cuando necesitas hablar con alguien desesperadamente, las ansias de morderse las uñas, las ganas de comer chocolate, el querer dormir y no poder. 
Un tsunami de lagrimones, insultos, dolor y penas que arrasaba con toda su fuerza aunque estuvieses en lo más alto del Everest.  

TNT siempre anda rápido, mirando hacia tras cada tres pasos y poniendo cara de gato triste cuando alguien la mira durante más de dos segundos. La soledad la persigue, aparece en forma de bus vacío, de bebé sin chupete, de un par de calcetines sin conjuntar, de perro con cara más triste que la suya, de papel de anuncio en solitario vuelo, personificada ella misma como la madre del abandono más infinito, más doloroso y más brutal.

Se metió en aquel andrajoso bar de alterne para no estar sola, para no tener que pasar una noche más en su desamaparada cama. Al principio no dolía tanto el sentirse utilizada, el sentir los billetes colándose entre su piel en la delicada línea que tan solo formaba su ropa interior. Estaba bien hasta cierto punto, la miraban, le hablaban y la adulaban pero jamás se sintió querida. ¿Que ellos querían sexo? TNT se lo daba. ¿Que querían una copa? Ella les invitaba. ¿Que la arrastraban hasta cualquier hotel de mala muerte con la promesa de una buena noche? Ella se dejaba. ¿Que le prometían amor eterno? Ella se lo creía, una vez tras otra, siempre confiando, siempre llorando a lágrima viva después. 
Perdió la cuenta de las mañanas que se paso llorando en el baño, tan solo acompañada por el humo del tabaco, tan jodidamente sola como siempre había estado. ¿Que era pasar una noche acompañada si jamás tenía con quien desayunar? 

TNT jamás ha sido una niña, nunca ha jugado en columpios y jamás ha tenido una muñeca. Ella ha sido el monicreque de todos, el saco de huesos donde desfogarse, el trozo de carne por el que babear, la de los labios carnosos y la mirada triste en la que jamás reparaba nadie.

Tan solo las escamitas de colores que vivían en su pecera llena de penas sabían de su dolor. Tan solo yo he conseguido que diga una palabra ¿por que acaso la habías escuchado hablar alguna vez?
Yo no la he oído gemir mi nombre, he tenido el gustoso placer de que lo pronunciase con la mirada mientras que una lágrima se llevaba todas vuestras sucias caricias. 

Yo no lo haré llorar, no la destrozaré y le devolveré su infancia. Tan solo necesita un desayuno para dos. 


Seguir leyendo
Compartir:     Facebook Twitter

Trinitrotolueno

Trinitrotolueno





Se levantaba a la mañana temprano para darle de comer a sus peces de colores y ponerles algo de música. Solían quedarse todo el día tristes cuando se le olvidaba poner alguno de sus vinilos viejos. En verdad, no era que se le olvidara sino por el tremendo dolor de cabeza con el que se levantaba todos los días pero no se lo quería decir a ellos, seguramente se enfadarían con ella por no acostarse antes a las noches. Desayunaba poco, medio café y la otra mitad se iba por el fregadero mientras que una triste sonrisa se dibujaba en el armario-espejo de la cocina. Tarareaba las canciones que se tenía más que sabidas y que salían desde el tocadiscos del salón. Cuando pasó por allí para irse al baño pillo a sus peces danzando por el agua y sonrió, eran unos tipos simpáticos, siempre estaban de buen humor menos los días de lluvia. A sus peces no les gustaba nada de nada la lluvia.

Como todos los días salió a comprar un par de flores, cada día unas diferentes, tres o cuatro, para ponerlas en el mueble de la entrada por si algún día venía una visita y se fijaba en el florero de cristal. Pero cuando alguien iba a su casa no estaba para fijarse en esas cosas, por eso la ponía triste que nadie le echara piropos a su florero de cristal verde. 

A las noches se convertía en puro Trinitrotolueno, puro TNT. La mujer que pasaba desapercibida en la cola del super era la que se llevaba todas las miradas en una noche, todos los silbidos y todas las proposiciones indecentes. No le gustaba aquello pero le tenía pánico a la soledad, tan solo los domingos se levantaba acompañada y ni siquiera podía compartir con alguien el medio café que se iba por el fregadero. Todos se marchaban con rapidez, sin ni siquiera saludar a sus peces ¡vaya maleducados! Era un lágrima viva el resto del domingo, acurrucada en el sofá entre las mantas mientras miraba a sus peces. No tenía tele, tan solo se dedicaba a mirar para ellos, las miradas de compasión y castigo que le dirigían. Aquellas tardes eran una promesa continua de no volver hacer aquello nunca más, de madurar y ser una mujer. Pero era en su interior seguía siendo aquella niña que le gustaban los columpios, que se iba a perseguir mariposas por el campo y después un sandwich de Nocilla. No quería amores de una noche ni de una semana. No quería aquella hipocresía nacida con dos copas de más y unos te quiero que no tenían nada más allá de aquella misma noche. Pero la soledad la acechaba en cada esquina de la calle, en cada rincón oscuro. 
Era explosiva, en el sentido de que conque algo hiciera de detonante era un boom de emociones que dificilmente era controlable. Tonterías que dice la gente de que cuando uno está llorando demasiado podría llenar un vaso. Ella desbordaba peceras, sus escamitas de colores (tal y como los llamaba) conocían todas sus penas porque nadaban entre ellas.  

No sabía todo esto cuando la conocí, mi comentario de qué flores más bonitas tenía en la entrada y qué peces más simpáticos nadaban en su pecera de dos metros iba a ser una mera observación en el tiempo que me llevara mirarle la calefacción. Pero el calor que ella necesitaba no era de reparar con llaves inglesas, sino con otra cosa que pedía a gritos mudos con cada lágrima que se escurría por aquellas mejillas de frío y duro mármol de tristeza.


TNT significaba Tú Nosotros Tormenta para los más burdos.
Yo sé que en verdad era un Te Necesito a Ti. 
Y, me necesita. No más cafés para uno.    
Seguir leyendo
Compartir:     Facebook Twitter