Mostrando entradas con la etiqueta Achús. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Achús. Mostrar todas las entradas

Duele

Duele. 

Vuelve a doler.

No tanto como al principio pero ha vuelto con ganas de destrozar(me).

El letargo hace fuerte al dolor, le da fuerzas de la oscuridad que te rodea para envolverte con tus miedos imperecederos.

Será oscuro, será dolor, serán recuerdos. Pero será porque un día fue. Es porque un día fue. 

Y no será en la esperanza de que sea otro día.





(tanta filosofía, tanta psicología y tanta mierda me hacen escribir cosas raras. Cosas que tienen un sentido oculto, uno para mí y otro para ti. Quizás hasta uno para ambos).


Seguir leyendo
Compartir:     Facebook Twitter





Sí. Volver a fumarme cada una de tus palabras, cada una de esas promesas, cada uno de esos vistazos al futuro.

Sí. Y volar. Planear sobre la realidad que creíamos irreal, que todo eso no estaba hecho para nosotros y que tan solo los más gilipollas caían en esos errores.

Sí. A soñar despierta, con los ojos cerrados cosas inútiles, imbéciles, que tan solo sirven para abrir cada vez más la jodida herida que va del corazón al alma.

Sí. A ponerme ñoña. Aunque lo odio. Aunque me apetezca más decir que te vayas con la zorra esa ya. Que le demuestres todo ese amor infinito con palabras y te la folles tres veces. 

Sí. A que luego me vengas llorando (por mí).

Sí. A que diga que sonría como una estúpida y te abrace.

Sí. A odiarte de verdad, a mandarlo todo a la mierda.

Sí. Que soy una tremenda estúpida.

Sí. A que todavía hay esperanza. 


Y apuesto a que sí que todavía hay algo
Seguir leyendo
Compartir:     Facebook Twitter


Hoy todos mis miedos se han despertado, quizás algunos ya no estaban muy adormecidos y otros ya entreabrían un ojo. He vuelto a pasear sin gusto por los corredores de la demencia, por mi muerte en vida y me he echado a temblar. Me han recordado que soy un despojo de la humanidad, aquel tanto por ciento del que la gente huye y que las madres, cuando van con sus niños pequeños, le aprietan la mano con fuerza para que ni los roces. 

Intentan hacerme creer que con sus drogas de diseño esto se puede solucionar y no son más que un placebo para mí, un placebo que se extiende como una manta por encima de mis miedos y no deja que los vea pero están ahí; revolviéndose en la oscuridad, enfureciéndose y cuando encuentren la luz saldrán con fuerza, dolorosamente y con ganas de hacerme daño.

Porque el miedo nunca muere, tan solo se tapa con emociones superiores, con un sentimiento que te inspira confianza de que todo va a ir bien y que los monstruos del ayer se quedaron en el pasado.

Por lo menos puedo narrarte que es lo que me quema en las entrañas y en los ojos, puedo describirte las últimas esperanzas que se escapan por mis lacrimales y que dejan un rastro de nunca más a su paso, por mucho que algo en mi interior quiera convencerme de que todavía cabe una posibilidad de ser feliz. Que soy la chica de hielo y solo yo soy capaz de dejar toda mi mierda de lado y sonreír.

Pero quiero luchar. Debo luchar. Y sé que puedo. Me levantaré, me caeré y me sentiré como una estúpida, una pesada que se empeña en conseguir un afán perdido, una imbécil que se embadurnará con sus gilipolleces  y me preguntaré una y mil veces a mí misma ¡¿pero por qué cojones lo sigues intentando?!  
Seré una guerrera sentimental, una sinceridad absoluta y solo entonces estaré luchando por lo que quiero
Seguir leyendo
Compartir:     Facebook Twitter