El destino de Lavernne cambió por culpa de una taza de café



(Mención "Certamen Literario Rosa Gómez")

Los sábados a la mañana, a Lavernne le encanta poner el despertador para las diez y diez, que suene una y otra vez para pararlo, darse la vuelta y seguir durmiendo. Cuando ya está lo suficientemente despierta, le gusta estirarse en la cama como si fuera un gatito, sentir las mantas calientes sobre su piel mientras que saca el pie derecho por fuera de la cama. En ese momento suele acudir Nase, su gata negra, y con sus bigotes le hace cosquillas en la planta del pie. Lavernne sonríe como si fuese una niña pequeña y se vuelve a estirar mientras nota como Nase escala por su cuerpo; y justo en el momento en que ha alcanzado el mejor punto al estirarse, el despertador vuelve a sonar. Lav pega un pequeño brinco que hace que Nase se meta bajo las mantas. No sé porque ambas se asustan, al fin y al cabo es lo mismo de todos los sábados a la mañana.
Después de jugar un rato con Nase, Lavernne se levanta y se dirige a la cocina a prepararse un café. Coge su taza de corazones favorita, vierte leche y le echa el café. No le gustan las cosas dulces, por lo que no le añade ni una pizca de azúcar; para poder notar el sabor del café con más intensidad. Mientras tanto, Nase ya se le ha adelantado y se encuentra frente a la puerta del balcón, esperando a la misma rutina de siempre. Lavernne sonríe y se pregunta cómo puede recordar todas las cosas que hacen los sábados a la mañana. La verdad, Lav siempre ha pensado que su gata es mil veces más inteligente que cualquier otro animal.
Ambas salen al balconcillo, Lavernne pone los brazos en la barandilla sosteniendo la taza, y dirige su mirada a la calle. Nase se ha puesto a jugar con las flores, intentándolas coger con sus zarpas pequeñitas. Sin necesidad de girarse, Lavernne sabe lo que está haciendo y sonríe. El coche está llegando.
-Nase, sabes que no vas a ser capaz de coger una de esas flores –dice riendo Lavernne y Nase le contesta con un largo maullido- y corre, está a punto de llegar.
Nase se sienta junto al pie derecho de Lavernne y asoma su cabecita entres dos barrotes. Él acaba de llegar y bajarse de su coche. Los sábados no son especiales porque Lavernne se pueda levantar tarde y dar vueltas en la cama, no; los sábados son especiales porque el vecino del quinto viene a visitar a sus padres.
Lavernne lo ha visto bajarse de su flamante deportivo y ahora se está “peinando” su cabello cobrizo, porque para Lav más parece que se está despeinando. En unos segundos cruza la calle y se acerca hasta el portal. Lavernne, curiosa, se asoma un poco más; pero su brazo derecho ha resbalado de la barandilla y ha hecho que pierda el equilibrio y la taza caiga al vacío.
Nase produce un maullido muy agudo, sabiendo lo que ha pasado. Lavernne se lleva una mano a los ojos esperando oír el ruido de la taza rompiéndose en contra el suelo, pero no se produce. Temerosa por lo que ha ocurrido, aparta la mano de su cara y ve al hijo de los vecinos del quinto con una mano en la cabeza y mirando para arriba. Ha tenido suerte de que Lavernne viva en un primer piso y de que éste no sea muy alto.
Lavernne puede ver desde su posición la sangre que empieza a salir de su cabeza.
-¡Dios mío! –susurra, y sin pensarlo sale corriendo de casa. Nase parece que se retrasa un poco, pero al momento la ve aparecer con sus llaves.
En verdad amaba aquella gata, siempre se acordaba de traerle las llaves. Sin más dilación, corre a socorrer a su amor platónico, aunque aún no lo haya reconocido abiertamente; pero yo lo sé porque me lo ha dicho Nase, que ha escuchado a Lav pronunciar su nombre en sueños.

Lavernne nunca había bajado tan rápido las escaleras. Sus piernas se movían a una velocidad vertiginosa y en verdad parecía un arlequín en manos de un titiritero con temblores. Cuando llega a la entrada, lo ve avanzando con mala cara y su mano en la cabeza.
Intenta acercarse hasta él, pero sus piernas están temblando y le cuesta bajar los últimos escalones. Nase empuja su cabecita contra el tobillo de Lavernne, para ayudarla a andar. Lav reacciona armándose de valor y se acerca al pobre chico magullado.
-Lo siento… Yo no… El brazo en la barandilla… La taza… –en ese instante Lavernne calla. No ha dicho una solo palabra que se entienda-. Lo siento –susurra por segunda vez y baja la cabeza, avergonzada por lo poco cuidadosa que había sido.
Nase se aovilla entre sus pies y Lavernne intenta sonreír, pero no le sale una de esas sonrisas con las que enseñas todos los dientes como si fueses un tiburón.
-Está bien, no ha sido nada –escucha por primera vez la voz del chico. Es dulce y melodiosa, pero tiene el tono grave propio de los hombres. Lavernne levanta la vista y la fija en su mano, ya que es incapaz de mirarle a los ojos-. Bueno, no ha sido nada si lo comparamos con que pudiese tener un traumatismo craneal –ríe, pero al momento su boca se tuerce en una mueca de dolor.
-Por favor, deja por lo menos que te cure la herida y te invite a una taza de café –dice Lavernne al fin.
-No, por favor, más café no –dice el chico con cara de espanto y señalando sus ropas manchadas.
-Está bien, nada de café, nada de café –tartamudea Lav y le deja pasar, indicando que suba las escaleras.
Oye como estornuda, mira a Nase y sonríe.
-Por lo menos sabemos que es humano – piensa, y como si Nase pudiera leerle la mente abre su pequeña boquita sonriendo.
-¡Salud! –susurra Lavernne y siente la risa del chico-. Por cierto, ¿cómo se llama la desafortunada persona que estaba en el momento equivocado y en el lugar erróneo cuando uno de mis típicos brotes de falta de destreza ha tenido lugar?
En ese momento le adelanta en el descansillo de la escalera para apresurarse a abrir la puerta de casa. Él se queda unos instantes parado, pero avanza tras Lavernne lentamente.
-Matt, así me suelo llamar a mí mismo cuando me recuerdo que tengo que coger las llaves –dice riendo-. “Matt, coge las llaves o cuando vuelvas no podrás entrar” –dice con un tono de voz un poco más agudo.
Lavernne ríe por su comentario y abre la puerta rápidamente.
-Todo recto y te encuentras con la cocina –le indica-. Por favor, no mires el desorden que hay o me pondré colorada.
Matt sonríe pero no contesta y avanza hacia la cocina. Lavernne va rápidamente al baño y coge el botiquín de las emergencias. Vuelve a oír estornudar a Matt y también se pregunta dónde estará Nase. Cuando tiene todo lo necesario se apresura a ir a la cocina. Encuentra a Matt de pie mirando la pequeña estrella de mar que tenía en una pecera.
-Es Lune, y sí, he sido muy poco original para ponerle un nombre –dice Lavernne sonrojada y le hace un gesto para que se siente en la silla.
Matt hace caso y se sienta en uno de los taburetes rosados de Lav. Ella se acerca con manos temblorosas y deja con cuidado las cosas sobre la mesa. Mira la herida con mala cara mientras que echa desinfectante en una gasa. La mayor parte de su pelo cobrizo tiene restos de sangre que comienza a formar una costra sobre la herida. Se acerca al grifo y humedece otra gasa en agua caliente, para intentar quitar la sangre seca de su cabeza.
-Y bien, ¿cómo se llama la dama que ha intentado asesinarme con una taza? –le escucha decir Lavernne.
Le encuentra con la mirada clavada en la ventana. No se había dado cuenta de que los taburetes estaban bastante bajos, él era muy alto y ella una enana; por lo que sus pechos quedan a la altura de sus ojos. Lavernne siente como sus mejillas se ponen rojas. La verdad es que no estaba tan cerca de un chico desde la Graduación. Sus rodillas se rozan levemente y entre sus cuerpos no hay más de un palmo de separación. Sin poder evitarlo, la respiración de Lav comienza a acelerarse gradualmente.
-No intenté asesinarte –dice con una pequeña sonrisa y le pasa la gasa por la cabeza-. Estaba despistada y se me escurrió la taza de las manos. ¡Oh, la querida taza de corazones de la pobre Lavernne! –le contesta a su pregunta.
Matt sonríe y levanta la mirada hacia Lav.
-¿Es grave, doctora? –dice riendo.
-Para nada, sólo te has cortado con algún trocito de la porcelana de la taza y no se te ha quedado ningún fragmento clavado, así que no hay razón por la que preocuparse.
Matt asiente y baja lentamente la mirada, recorriendo el cuerpo de Lavernne. Ella siente como su mirada recorre lentamente cada parte de su fisionomía y aquello la pone nerviosa. Acaba rápidamente de desinfectar la herida y se aleja un paso de él, dejando espacio libre entre ellos.
-Perfecto –dice con una pequeña sonrisa-. A la noche recuerda volver a desinfectarlo, ¿de acuerdo?
-Sí, doctora –contesta riendo y se levanta del taburete.
Siempre le han gustado los chicos más altos que ella. Le gusta que con un abrazo puedan rodearla entera y sentirse protegida como si fuese una princesita. Matt es alto y algo musculoso, aparte de que avanza un paso y se queda mirando a Lavernne por unos instantes.
-¿Sabes una cosa? Aún podemos seguir jugando un rato más a los médicos –dice casi ronroneando, como cuando Nase quiere un trocito de chocolate.
Matt empuja suavemente a Lavernne hasta que su espalda choca con el borde frío de la encimera. Pone un brazo a cada lado de su costado, impidiendo que Lavernne se mueva lo más mínimo. No puede dejar de mirar su cuerpo, su pelo, su cara de niña. Todo le llama para que mueva lentamente su cabeza y pruebe la ambrosía que ella guarda en sus labios. Desliza suavemente su nariz por el cuello de Lavernne, aspirando su fragancia, quedando hechizado por el olor dulce de su piel. Un breve gruñido sale de su boca cuando Lav roza con su mejilla su cara, muriéndose de ganas de tocar su tez con sus manos; para saber si es tan suave como le ha parecido.
-¿Dónde has estado escondida, pequeña Lavernne, desde el momento en que me hice coleccionista de joyas preciosas? –dice Matt juntando su frente con la de la joven, sintiendo otra vez el olor de ella por todas partes.
Lavernne esboza una pequeña sonrisa y todo el aire que tiene dentro se escapada como un huracán, chocando contra los labios entreabiertos de Matt. Él pasa suavemente su lengua por el lugar donde el hálito de Lavernne chocó contra sus labios.
-Siempre he vivido aq… -susurra, pero Matt corta sus palabras sellando su boca con un beso.
El movimiento de los labios de Lavernne se vuelve hipnotizador y pone en contradicho el autocontrol del chico. ¡Dioses, si hasta casi podía percibir aquel sabor dulce en su boca! Enreda sus manos en su pelo, dejando que las hebras le hagan cosquillas entre los dedos y profundiza su beso con ferocidad. Lavernne se queda sin respiración e intenta corresponder al beso, pero la verdad es que no tiene mucha habilidad por aquellos terrenos. Matt se da cuenta de ello junto con la timidez que la invade y aquello sí que le hace perder el control. La agarra con la mayor suavidad que le es posible por la cintura y la sube encima del mesado. No sabiendo muy bien lo que hace, Lavernne enreda sus piernas en la cintura de su fortuito amante y lo atrae hacia sí. Matt la vuelve a besar y mete sus manos bajo la camiseta de su pijama, explorando aquella infinita y suave piel que fue creada para tentarle. Se deshace lo más rápido que puede de su camiseta y se queda maravillado ante el cuerpo de su joya.
-Dioses, Lav… -dice con tono grave y ella puede notar perfectamente el reclamo de deseo que está en él.
Sin mediar palabra, vuelve a cogerla en brazos y la besa con fervor mientras que se dirige hacia el salón. La deja suavemente sobre el sofá y se pone encima de ella con rápidos y precisos movimientos, recordándole a Nase. Besa su cuello con extrema lentitud, dejando un reguero de besos desde su oreja hacia su pecho.
-¿Qué tipo de pacto con el Diablo has tenido que hacer para que te haya concedido este cuerpo? –susurra y casi parece un gruñido.
Ella se ríe con aquel timbre de una niña de cinco años y Matt no puede hacer nada por no tirarse a sus labios besándola con un hambre voraz de ella. Lavernne le corresponde al beso casi con la misma intensidad y aquello le gusta a Matt, mucho. Las manos tímidas de Lavernne se cuelan por debajo de la camiseta del chico, haciendo que produzca un siseo de placer al sentir sus manos curiosamente heladas por su cuerpo. Desde aquel momento, Lavernne recuerda todo como distintos flashes. Recuerda las manos de Matt recorriendo todo su cuerpo y haciéndola sentir cosas inimaginables, sus labios por rincones de su cuerpo que nunca habría imaginado que podían llegar hasta allí, el delicioso peso de Matt sobre su cuerpo cuando se desvaneció sobre ella; exhausto después de haberla llevado al Paraíso cuando lo sintió dentro de ella. También recuerda sonrojada sus manos por lugares inexplorados de la anatomía masculina, sonidos y cosas que jamás hubiese pensado que pudiese llegar a hacer y sobre todo, no es capaz de olvidarse de su olor que ahora impregna su cuerpo, el sofá e incluso toda la casa.
Lavernne abre los ojos por un instante y vuelve a ver el cuerpo perfecto de Matt poniéndose aquellas ropas, que a su parecer, privaban al ser humano de ver el cuerpo de un dios griego. Lo oye estornudar de nuevo y se ríe, haciendo que se gire hacia ella. Le sonríe de medio lado y eso la hace sonrojar.
-Por favor, ahora no me vengas con que todo ha sido un error. No podría soportarlo –le dice seriamente y se acerca a ella poniéndose la camiseta-. Me voy, Lavernne –le dice riendo y le da un beso en la frente.
-¿Pero… pero ya te vas? –pregunta ella nerviosa.
-Sí, mi madre debe de pensar que me han secuestrado subiendo la escalera. Hace dos horas que tenía que estar en casa escuchando las historias de la tía Hortensia –continúa riendo-. Sobre todo, no te enamores de mí bajo ningún concepto –se pone serio de repente. Lo nuestro nunca llegaría a buen puerto: le tengo alergia a los gatos, le tengo tirria al café y odio levantarme antes de la una de cama –vuelve a reír-. Aun así, espero que vuelvas a intentar asesinarme el próximo sábado, Lav.
Sin más, le acaricia su cara y le da la espalda, pasando lo más alejado que puede de Nase y a los tres segundos se escucha cerrarse la puerta. Lavernne le hace un gesto a su gata y ella acude corriendo. Se sube en sus piernas y se envuelve con la manta que tiene echada Lavernne. Abraza con fuerza a Nase y le acaricia por detrás de las orejas.
-Diga lo que diga, va a ser él el que vuelva aquí –dice sonriendo-. Aunque con él ha sido diferente, más… especial. ¡Eso sí! El truco de parecer una niñita dulce y tímida nunca falla. ¿Cuántos de mis amantes han caído en mis redes por ello? –ríe-. Yo creo que todos. ¡Tú sí que conoces todos mis secretos Nase y a todos los que han pasado por aquí! Pero no me mires con esa cara –dice poniéndole ojitos a su gata-. Ya has oído, él dice que colecciona “joyas preciosas”. A mi parecer, es una bonita forma de decir que colecciona amantes, al igual que yo.
Compartir:     Facebook Twitter

6 comentarios:

  1. hay qe gatita tan linda.
    yo kiero una asi...
    suerte! qe a su amor platonico (de lavernee)no le halla pasado nada grave.


    bessos!
    te espero en mi blog!!! =)

    ResponderEliminar
  2. me lo he leído todo. ese coleccionista es un poco raro, solo prueba una vez, de manera muy rápida, y se va. y estoy segura que por un momento, se ha enamorado de lavernne

    ResponderEliminar
  3. Enhorabuena pequeña,te mereciste haber ganado ayer.(aunque para mí lo has hecho,ya te lo he dicho) :)
    Como siempre, genial lo que escribes. xD

    P.D: Un besazo de tu admiradora no secreta. =P

    ResponderEliminar
  4. Madre mia!
    Esto si es digno de un buen premio. Es perfecto, me encanta la forma pícara de actuar de Lav.
    Espero que haya más historias sobre estos personajes, son los que más me gustan.

    P.d.: si hubieses ganado y leído, habrias subido la temperatura de la sala ;)

    ResponderEliminar
  5. No, no va a haber más historias de ellos. Prefiero dejarla así y no luego estar dándole vueltas siempre a la misma historia.

    Diosa, si lo hubiese tenido que leer en voz alta, me daría un algo :0

    ¡Me alegro de que os haya gustado!

    ResponderEliminar
  6. Tu historia me ha encantado *0*
    Yo creo que Matt si regresa con Lavernne ;)

    ResponderEliminar

¡No muerdo, comenta!