Mi pequeña Wint, mis pensamientos son tuyos


Hoy he madrugado y he ido a comprarte flores. Las he mandado llevar a tu oficina con una nota roja, pero sin nada escrito. Tú ya sabes lo que eso significa, mi mayor arrepentimiento. Bien sabes que no me puedo resistir a las mujeres, pero en el fondo te quiero y aunque intentes evitarlo; tú también. Si es que eres lo más importante de mi vida, no sabes hasta que punto me complacen tus abrazos cuando llego a casa o una simple sonrisa al despertarme; pero lo he fastidiado todo una vez tras otra y cada vez más a menudo me pregunto por que diantres me perdonas. A veces quiero alejarme de ti, marcharme una noche sin decirte adiós y no volver, abandonar esta tortura para ambos; pero otras me doy cuenta de lo mucho que te necesito y tú a mí. Dioses, si es que lo tenía todo pensado. Había reservado mesa en tu restaurante favorito, me convertí en el joven alocado que te enamoró y me enfundé mi chaqueta de cuero que tantos abrazos te dio; pero el diablo me ha tentado de nuevo, vestido esta vez con un delicado vestido de seda negro. ¡Si sólo hubiese esperado tres minutos ya no te habría llamado y no te habrías hecho ilusiones con el plan de la noche! Si es que cada vez me hundo más. Estaba dispuesto a arreglarlo todo esta noche, quería darte otra de esas veladas de risas, de sueños adolescentes y cantarte al oído mientras tocaba la guitarra. Ahora lo único que me preocupa es llegar lo más rápido posible a casa mientras que intento quitarme este intenso olor a colonia barata de mujer. Deberías matarme, o por lo menos torturarme por un largo tiempo. No te merezco y mucho menos tu amor que se desangra con cada uno de mis actos. Las escaleras se difuminan a mi paso, abro la puerta en un abrir y cerrar de ojos, pero algo va mal; realmente mal. La casa está extrañamente silenciosa, huele a aquel incienso que te había regalado que decías que olía a muerte y se escucha la radio desde nuestra habitación. Odias la radio y el incienso. Corro hacia la habitación con el pulso de mi corazón palpitándome en los oídos, pero allí no hay nadie. Veo que has estado revolviendo todo el armario hasta encontrar aquellos pantalones ajustados y aquellas camisetas de grupos que muy pocos conocíamos para nuestra cita. Dioses, siempre he dicho que hemos tenido un vínculo mental. No se oye nada más en casa, pero veo la puerta del baño cerrada y voy hacia allí. Aunque no me lo hayas dicho se que te da miedo cerrar la puerta por si pasa algo. Joder ¿y aún por encima has cerrado con pestillo? Golpeo la puerta mil veces seguidas con mis puños mientras que no dejo de gritar tu nombre, pero no recibo contestación alguna. Con todas mis fuerzas, mi rabia contenida, mis ganas de amarte y mi desesperación arremeto contra la puerta y logro abrirla. En una milésima de segundo veo todos los recovecos del pequeño baño pero tú no estás allí. El tiempo se para mientras que me acerco lentamente hacia la bañera. Veo todas las flores del ramo que te he enviado esta misma mañana esparcidas por el agua, con un grito gutural me lanzo hacia la bañera y en tus ojos puedo ver la muerte. Te saco del agua con lágrimas en los ojos y te abrazo con fuerza, apretándote contra mi pecho para sentir tu leve respiración sobre mi oído. Grito cosas sin sentido que se tragan tu leve balbuceo que ni siquiera entiendo. Eres una egoísta, escucho que salen de mi boca esas palabras, pero no sé lo que digo y necesito serenarme. Me miras fijamente a los ojos mientras ves como se escurren mis lágrimas como ríos de pena. Veo la rabia y el perdón en tus ojos, que solamente consiguen que me enfurezca aún más conmigo mismo. Siento tu cuerpo helado y te saco de la bañera inmediatamente. Te envuelvo con la toalla y te abrazo con todas mis fuerzas mientras que seguimos en el suelo de plaquetas grises y feas que hacen todavía más lúgubre aquel instante. Mi pequeña Wint, mi amante del invierno, por favor no te aferres a ese frío que congela tu alma, tu vida y tu cuerpo. Susurras que me odias y asiento con la cabeza, mucho más asco me tengo yo a mí mismo. Me pregunto que hubiese pasado si en aquel veintisiete de un frío febrero no te hubieses acercado a mí para ofrecerme un cigarrillo. Quizás hubiese muerto y ni tú ni yo hubiésemos sufrido tanto, pero esa es otra historia que te contaré más adelante; ahora tengo que regalarle cariñitos y besos de esquimal a mi fría Wint.

PD: Puedes llamarme Aleksi, el que debería querer un poco más a Wint.

Compartir:     Facebook Twitter

0 comentarios:

Publicar un comentario

¡No muerdo, comenta!