Honey era chica de tiritas




Honey no era una chica fácil, para nada. Ni para conquistarla, entenderla, seguir sus extraños razonamientos o simplemente para abrazarla (¡cómo odiaba que le diera un simple mimo, con lo que a mí siempre me han gustado!). Pero, por supuesto, era increíblemente fácil de querer. Una sonrisa suya bastaba para alegrarme el día a mí y a todos los que pudieran haber robado aquella visión. ¡Ay, pequeña! Se me viene a la mente el día después de que me sacaras a las carreras del metro. Debo admitir, aunque sea ahora, que ya estaba completamente loco por ti por aquel entonces. No sé cómo encontraste la cutrosa oficina en la que trabajaba, pero llegaste con dos entradas para el cine y no me pude negar (tampoco creo que hubiese manera humana de negarse a aquella sonrisa).

-¡Va a ser genial! –decías mientras ibas saltando por la calle, contagiándome aquella alegría que traías-. Espero que te guste la peli, he pasado de coger la típica película empalagosa y romántica.

-Perfecto, aunque estoy seguro de que me iba a gustar cualquiera de ellas – ¡y por supuesto que era verdad! Ir contigo, fuera donde fuese siempre sería perfecto.

-¡Las palomitas las compras tú y de colores! –giraste, me miraste, sonreíste y reíste al verme asentir-. Pero las rojas son mías, ¿eh?

-Todas tuyas, pequeña –sonreí como nunca y aceleré el paso para pillarte. En las escasas veinticuatro horas que había pasado contigo habías tropezado más veces de las que fui capaz de contar.

Me di cuenta de que no me equivocaba cuando una baldosa suelta intentó tirarte al suelo, como tú misma dijiste. Te cogí de la mano, para evitar males mayores. Eras una chica de tiritas, debías de tener el record del mundo de ellas colocadas en una mano. Me reí contigo y doy gracias de que no fueras de llevar tacones, ¡no me quiero ni imaginar lo que podría haber pasado!
Llegamos al cine riendo y salimos del mismo a carcajada limpia. Me dijiste que tenías que volver pronto a casa, o tus peces se pondrían tristes y luego no querrían jugar contigo. Te despediste de mí con una sonrisa traviesa y diciendo que me esperabas mañana al mediodía para comer. Te dije que no tenía ni idea de cómo encontrarte y lo único que dijiste fue un ¡sorpréndeme! No sé porque no me extrañó aquello, venía de Honey y eso lo decía todo.
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8 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Este sí que sí. Que genial! Me ha encantado. Tu toque personal y en un ambiente la mar de....perfecto, por decirlo así. Muy chulo. Gracias por estos fragmentos de alegría ;)

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  3. a mí mi novio me daba las palomitas rojas, pero primero siempre las besaba:)

    pd: que la lleve al burger, ¿no quiere sorpresas?

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  4. ¿Al burguer? Pues no es una mala idea jajaja.

    Aiins, también me gusta a mí mucho Honey :D

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