Y ni todas las galletas del mundo

I want it all


En los días como aquellos se enfundaba su chaqueta abrigosa tres tallas más grande, calentaba su taza amarilla favorita un minuto y cuarenta y tres segundos en el micro (con casi más cantidad de Colacao que de leche) y hacía amistades con las galletas de toda la vida para convencerlas de que se dieran un baño calentito en su merienda. Andaba por casa en ropa interior, salvo por la chaqueta y las zarpitas que tenía por zapatillas de casa. No existía el frío por allí, tan solo la espera. Cuando el ruidito del microondas anunciaba que la leche estaba caliente con un estridente timbre que poco tenía del tilín tan propio de películas y series danzaba hasta allí, literalmente, con alguna pieza de música clásica resonando en su cabeza tan alto como si estuviera en el mismísimo centro del auditorio. Se zampaba las galletas con alegría, simulando que jugaba a hundir la flota y que cada vez que naufragaba uno de sus barcos era una galleta más que se tenía que comer. En ese juego, siempre, siempre, le encantaba perder y por muchas batallas que empezara la tarde no se le terminaba de pasar. A veces jugaba a pintar en las paredes, como si fuese una cría. Cogía los lápices de colores y se escondía detrás de una puerta con una sonrisa realmente traviesa. Dejaba firmas como “si todavía acabas de encontrar ahora mi obra de arte llegas tarde, hay otra en la puerta de la alacena”. Era como una pequeñina pero no siempre, solía dejar de serlo cuando sonaba el timbre a las siete cuarenta y cinco (mentira, solía ponerse mucho más niña, mucho más adorable). Corría por el pasillo deslizando las zarpitas y haciendo ruiditos de oso feliz (como ella los llamaba, aunque no fuese más que su risa más alegre). Solía preguntar quien osaba llamar a su casa, que en aquel lugar solo entraban los valientes y la respuesta era siempre la misma: ¡pues a mí a eso no me gana nadie! Y abría la puerta, cuando no se le caían las llaves al suelo y tenía que parar unos segundos, entre carcajada y carcajada, para poder acertar en la cerradura de la puerta. Se le quedaban cortos los brazos para abrazar al valeroso caballero y cerrar la puerta, por lo que siempre terminaba por cerrarla con la espalda, cuando él demostraba su valor dejándole un reguero de besos por su cuello. La conversación era la habitual, un te he echado de menos, dos sonrisas, un déjate de cháchara y bésame, que me he pasado ocho horas sin ti. Porque estaba claro que ni todas las galletas del mundo le iban a quitar el hambre que rugía por todo su cuerpo y hacía que se comiera a bocados a aquel chico que se hacía llamar su compañero de piso pero que más allá del pasillo de la entrada se llamaban el matrimonio no casado más perfecto del mundo pero ya se sabe, había que mantener las formas, que los vecinos del segundo izquierda eran muy cotillas.
Compartir:     Facebook Twitter

9 comentarios:

  1. :3 Qué dulce el relato.
    Me gustó bastante, pero encontré algunas erratas. Como ejemplo, te dejo una que está casi al principio:

    con casi más cantidad de Colacao de que de leche

    El "de" de después de Colacao sobra ^^U. Sería "con casi más cantidad de Colacao que de leche"

    ^^

    ResponderEliminar
  2. ¡Gracias por la corrección, cada día le caigo peor a Word, está claro! Y_Y jajaja.
    Me alegro de que te haya gustado : )

    ResponderEliminar
  3. Este relatillo va dejando un reguero de azucar y miel tras de sí.. Que dulce y que empalagoso *_* En su punto, para mí..

    Me encanta!

    Helya

    ResponderEliminar
  4. Me encantó, como siempre, sobre todo el toque de niñez e inocencia que le das a la chica, y como esta se transforma al estar con su ''compañero de piso''. Precioso :) Lo que no entiendo es el enlace a continuación del título. De qué va eso de Hogwarts? Vale, se que viene de Harry Potter, pero digo de qué es el blog?

    ResponderEliminar
  5. Ah, no, la sorpresa es algo que os dejo de regalo. Es un foro de rol para el que se quiera pasar y apuntarse. No hay un sitio mejor para dejar volar la imaginación y más con todo lo relacionado al mundo de HP (L)

    ¡Y felicísima que estoy de que os haya gustado! Es algo más tierno de lo que tenía en mente (sobre todo porque tenía pensado escribir algo más triste, no sé. Pero ya se sabe, yo escribo lo que salga de mi mente, casi sin elegir jajaja.

    ResponderEliminar
  6. ¡Qué riquiña! xD Fíjate que ahora tengo ganas de algo calentito y me voy a por mi taza de Cola Cao con galletas... ¡a tocar y hundir barcos! Pero es muy original la idea, el texto en sí es explosivo en términos de dulzura y calidez.

    =) Me he conseguido relajar con tu texto :D que lo sepas jejeje

    ¡Un saludo!

    ResponderEliminar
  7. Os he dejado a todos con ganas de galletas con Colacao jajaja. Les voy a pedir una parte a las empresas, que les eh estado haciendo marketing jajaja.
    ¡Me alegro de que te haya gustado! : )

    ResponderEliminar
  8. Ohh! que risueña la chica. Yo también añoro los chuchis con mi novio después de estar no unas ocho horas, que ojalá fueran horas, sino días he llegado a alcanzar mi tope 15 días ... Que penoso xD

    Te sigo =)

    ResponderEliminar
  9. :o pero que precioso relato me has sacado una sonrisa o mas XD me encanta es tan tierno ;D es verdad que los vecinos son muy cotillas T_T y me encanta lo de los ruiditos de oso ;D y lo de las galletas me ha encatado (yo tambien suelo poner mas colacado que nada porque mi tripa pide dulzura XD ) en fin precioso ;D

    ResponderEliminar

¡No muerdo, comenta!