Es como un fuego artificial en el cielo. Primero brilla, hace que entrecierres los ojos para mirarla fijamente aunque te lloren de puro gozo, justo antes de apagarse una milésima de segundo para después explotar ante ti; provocativa, desnuda, deslizándose sobre el firmamento y creyendo que caerá sobre ti.  Sonríes aunque se te dilaten las pupilas cuando no dejas de mirarla fijamente, te retumban los oídos con su sonido pero te gusta, te encanta.Todavía puedes recordarla en tu cabeza si cierras los ojos, se proyecta su luz en tus párpados cerrados.
Siempre te ha gustado compararla con los fuegos artificiales, pura pirotecnia, pura pólvora cuando el alcohol es el detonante. 

La perfección en la combinación cromosómica, los veintitrés pares acertados, los genes más bonitos disparados hacia el firmamento para bailar al ritmo de los estallidos ajenos, de los jadeos y griteríos foráneos. 


Es lo que tiene ser preciosa y bailar en una barra de streptease con billetes de cien dólares colgando de lo que queda de tu ropa interior. 
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