Así, como si uno estuviese hecho de piedra se saca su vestido blanco y entra en mi habitación como princesa por su palacio. Sin decir nada, caminando de puntillas y sintiendo el crujir de la cama mientras sigo petrificado en el pasillo. Maldita Sunday. No sé de dónde ha salido, de qué planeta ha venido en el que se ve normal que semejantes bellezas se paseen como vírgenes (que no son) y se queden tan tranquilas. 
Se me escapa una carcajada, lenta, casi escéptica y echo a andar como puedo hacia mi habitación y me cuesta caminar, mucho; demasiado para las jodidas ganas que tengo de devorarla. Y me hago de rogar, aunque más bien sea una excusa porque no doy sincronizado mis movimientos y toco en la puerta con suavidad, con los nudillos, clavando mi mirada en sus ojos ardientes, en sus labios carmín, en su deseo de domingo.

-Que me han dicho por ahí que anda suelta la lujuria, ¿no sabrás dónde está, no? -sonrío, mientras la percibo acurrucada bajo las sábanas y con su melena riza y pelirroja desatando el caos sobre mi almohada.

Y no dice nada, como siempre, solamente sonríe y me deja un hueco en la cama de noventa que a veces hasta se me queda grande para poder estar cerca de ella. Me abraza, lentamente, escurriendo su bracito primero por encima de mis costillas, luego acariciando mi pecho y finalmente enlazando sus dedos finitos entre los míos. Me da un beso debajo de la oreja, alimentando mi piel de carmín y a mí llenándome el estómago de mariposas, de temblores en las palmas de las manos y escalofríos en la espalda. 
Me deleito acariciando sus manos, con suavidad, haciendo suaves círculos sobre el dorso de su mano y siguiendo la línea de sus nudillos, mimándolos uno a uno. Se encoje con suavidad, tiene cosquillas justo ahí y me hace temblar cuando sus carcajadas casi ahogadas chocan contra mi oreja y sonrío yo también, ¡para no hacerlo!

Y cierro los ojos, esperando que me bese con esa suavidad que destruye montañas, que acelera hasta a los mismísimos caracoles, que te quema y te calcina, que te deja sin aliento. Y como siempre, se hace de rogar mucho más de lo que quiero, mucho más de lo que un alma puede esperar tan apaciblemente tal sufrimiento y, como es costumbre también, justo cuando estoy a punto de enloquecer, el sabor de su carmín se amalgama en mis labios y ya no soy quién de describir lo que se siente. Porque no hay palabras para describir a Sunday. Porque Sunday es simplemente abstracta a todo tipo de descripción.  







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3 comentarios:

  1. En serio, yo quiero ser Sunday, o tener un Sunday en mi vida. He sentido todas y cada una de tus palabras.

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  2. Sunday es infinitamente genial, es salvaje y dulce, a la vez, tierna, delicada y alocada en un mismo tiempo;simplemente enamora esta chica <3

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