Sex & drugs


Jamás había sentido aquella imperiosa necesidad de tener sexo. A ver, como cualquier tío mi edad tengo las hormonas alteradas y suelo calmarlas con un poco de porno, pero aquello era pasarse. Era excesivo, desconcertante, seductor. Se me había pasado, yo creo cualquier efecto anterior de la bebida, seguramente estoy blanco como la cal, como la pared en la que sigo apoyado. Dioses, aquella chica era brutal y me ponía hasta niveles insospechados que rozaban en el dolor.

Cuando ya estuve un poco más recuperado, salí andando de allí como podía mientras los pantalones me apretaban en el bajo vientre. Siento la mirada de todo aquel grupito clavado en mi espalda ¡a saber que les ha contado la chalada esa! Niego con la cabeza, con una ligera carcajada. Las cosas no iban a quedar así, ni por mi parte ni por la suya, lo tenía muy claro y es algo que verdaderamente me gusta, algo por lo que vale la pena sonreír. Desvío mi mirada a la mesa de Hylekia y sus amigos, todos hablando de sus cosas pero tan solo unos ojos verdes fijos en mí. Y vuelvo a sonreír, como un estúpido.

El camino a casa se me hace un poco desesperante. Me empieza a doler la cabeza y tengo unas ganas de vomitar impresionantes. Entre que no había comido nada y el medio litro de tequila que me había bebido parecían no haberle hecho mucha gracia a mi estómago. El tiempo en el ascensor hasta el noveno piso de La Casa del Terror se me hace eterno, creyendo realmente que voy a vomitar allí mismo pero, por suerte, no. Subo las escaleras de dos en dos, terminando por correr cuando llego al pasillo de las habitaciones y los baños. Entro en el primer inodoro que encuentro libre y echo allí hasta la primera papilla y no me doy cuenta de que estoy acompañado hasta que un renacuajo, con una voz realmente estridente empieza a gritar por Elena al son de “al chico raro le está saliendo comida por la boca”. Y no sé a qué comida se refiere, si es todo líquido. Asco de críos.
Con todo el revuelo que se ha armado, me encuentro en la parte posterior del coche de Ana Elle. Por más que he suplicado que no me llevasen a urgencias lo han hecho ¡les he hablado, les he rogado que no me llevasen! Pero no me han creído lo de que ha sido un corte de digestión, no son tontas y menos después de haber sufrido dos desmayos casi consecutivos. El médico de guardia que me atiende no está muy por la labor de atenderme, sobre todo después de escuchar  la minuciosa descripción de Elena sobre mi vómito y su olor (que casi me hace devolver de nuevo). Vamos, que me había pillado una borrachera y punto. El médico no lo dijo así sino con un “si los síntomas persisten, por favor acudan al médico de cabecera”. La forma más fácil de lavarse las manos y no rascarla en sus horas de guardias. De vuelta a casa tuve que escuchar la bronca de las dos mujeres pero esta vez ya me encerré en mí mismo y me negué a contestar. Cuando aparcaron junto a la entrada del edificio ya tenía la cabeza saturada de quejas, consejos y más mierda. Salgo del coche incluso antes de que apaguen el motor del coche y me quedo casi petrificado al ver a Hylekia sentada en el portal pero ni siquiera me mira. Espera a que las dos mujeres que me acompañan entren en el portal y me guiña un ojo, sin decir nada más. Lleva los ojos pintados de negro oscurísimo, todo el párpado, me refiero y le da un aspecto de descuidada, sobre todo por los restos de aquellos polvos que se habían quedado esparcidos por debajo de sus pestañas de la parte inferior del ojo.

El silencio en el ascensor casi se puede cortar. Elena y Ana Elle han decidido que por hoy ya ha llegado mi bronca. Se aseguran de que entre en casa y vaya a mi habitación, como si fuese un niño pequeño. Minutos después escucho como cada se despiden y se van a sus habitaciones, que están también en la planta superior pero bastante alejadas. Ardo en deseos de bajar ya y ver a Hylekia. ¿Qué narices está haciendo aquí? ¿Y cómo sabe dónde vivo? Por favor, cada vez me atrae más y más. Sé que no es de fiar, que puede que sea una puta (en todos los sentidos de la palabra). Porque tengo muy claro que el tipo que salió a defenderla no era simplemente un amigo pero me da igual, Cuanto más asustaría a cualquier persona normal, más me gusta a mí. Espero unos cinco minutos a que la vieja roñosa y Anna Elle se metan en cama, los cuales se me hacen realmente eternos.  Se supone que yo puedo entrar y salir cuando quiera pero después de los hechos acontecidos, iba a estar bastante más vigilado y esta noche, después del percal armado en el baño no me lo iban a permitir. Pero lo siento, la pelirroja cachonda espera abajo.

Bajo las escaleras de las casa de puntillas y camino de la misma forma hasta la puerta. Respiro profundamente y cojo la manilla con fuerza, buscando la posición en la que no hace ruido y giro las llaves con suavidad. El clac inevitable de cuando se abre el pestillo es inevitable pero con la edad que ya tienen las mujeres que duermen en el piso de arriba supongo y espero que no lo hayan escuchado. El ascensor sigue en el noveno piso, por lo que no pierdo el mínimo segundo y cuando se abre la puerta en el portal casi corro hacia la entra.

Pero ya no está allí sentada. Abro la puerta y me asomo, mirando hacia un lado y a otro y la veo un poco más adelante, mirándome y danzando suavemente. Comienza a reírse y echa a correr como un cervatillo en dirección a un parque cercano. La miro anonadado mientras se aleja, sorprendido, como siempre y también echo a correr detrás de ella. Corre dando pequeños saltitos, con suavidad, moviendo los brazos como si tan solo los empujase el viento. Se ríe, gira, me mira, sonríe y sigue corriendo hasta que cae rendida en el césped, con la mirada clavada en el cielo. Llego hasta ella y la miro con la respiración agitada todavía a causa de la carrera. El pelo se desparrama por la hierba, creando un bonito contraste entre su pelo cobrizo, la hierba verde y la luz de la luna. Y es ahora, cuando me tiende su mano, que comprendo la alegría con la que corría. Entre su dedo índice y corazón hay un pequeño cigarro hecho con papel de liar pero, sin duda, no lleva solo tabaco. Me encojo de hombros y lo tomo, dándole una larga calada. Aguanto la tos, aquello está más cargado de hierba que el césped del parque pero no de la misma, por supuesto. Tengo que sentarme cuando la droga que ha inundado mis pulmones empieza a esparcirse por mi sangre, joder, vaya chute. Ella se ríe, divertida, mientras se balancea ligeramente, casi haciendo la croqueta. Me río y me quedo mirando hacia ella, casi embelesado. Le doy otra calada al porro antes de devolvérselo.

-¿Por qué? –digo solamente, intentando abarcar un montón de preguntas.

-Es divertido –dice solamente, casi sin hacerme caso hasta que se tira sobre mí, rodando sobre sí misma y haciendo que me tumbase bajo ella.

-Me pones muchísimo –susurro en su oído muy lentamente, sin poder creerme que aquellas palabras estuviesen saliendo de mis labios. Putas drogas.

Ella se ríe, a sabiendas del poder que ejerce sobre mí. Qué dolor de cabeza va a suponer esta mujer. Comienza a besarme el cuello con suavidad, acariciando con su nariz y dejando leves mordeduras sobre mi piel sensible. Suspiro de placer, de dolor, de éxtasis entre aquella mezcla de sensaciones. Se contonea sobre mí, haciendo rozar con sabiduría sus caderas contra las mías, enrollando sus piernas a mi cuerpo y abrazándome con fuerza. Su pelo me hace cosquillas en la cara pero no lo aparto, huele bien, a frutas o quizás a hierba. Es igual, me da realmente igual cuando desliza sus manos por mi costado en dirección a mi pantalón. Me río y tomo su rostro entre mis manos, haciendo que se detenga por un segundo y clave sus ojos en los míos.

-No quiero amor, no quiero que me hables en clase, no quiero mensajes con chorradas cariñosas. Tan solo quiero sexo salvaje, primitivo, caliente, feroz. Cuándo sea y dónde sea –me susurra y asiento con fervor.

Qué más me da. Tampoco busco nada serio y menos con una tía como Hylekia. Seré su follamigo. Bueno, ni siquiera eso, que no somos amigos. Pero me da igual, es la sensación más fuerte que he tenido nunca y que seguramente, tendré.

Ella ser ríe, me besa con pasión e, increíblemente, se levanta y se pone en pie, alejándose de mí.

-Pero hoy no va a ser uno de esos días –dice riendo, al parecer muy divertida.

-No, no, querida, no vas a volver a dejarme más duro que una piedra –susurro mientras me levanto y la atrapo entre mis brazos. 

La empujo suavemente hasta dejarla entre un árbol y mi cuerpo. Sonríe, parece gustarle aquel juego tanto como a mí. Le da una calada a su cigarrillo pero antes de echar el humo al exterior se acerca a mí, con intención de besarme. Niego con la cabeza divertido pero me acerco a sus labios, entreabriendo los míos y dejando que aquel viento oscuro pasase de su boca a la mía, cargado de drogas y hormonas, incrementando mi locura y las ganas de comérmela entera. 
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2 comentarios:

  1. Me da muchísima pena no poder seguir leyendo la historia de Theron. No es la historia más bonita que has contado pero sí la más real. No dejes de escribir, por favor.
    PD: Leí tus historias hace años, la de Aleksi en concreto y me encantó pero no recordaba el nombre de la página y nunca fui capaz de volver a encontrarte, hasta hoy. He tenido que hacer uso de mi (escasa y corta) memoria y de bastantes búsquedas en internet pero ha merecido la pena.

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    1. Me alegro de que me encontrases al final y de que yo haya vuelto, he estado muy perdida de blogger.
      Con un poco de suerte hasta hay nuevas actualizaciones de todas esas historias : )

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