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Atardecías envuelta en todos los colores del arcoiris, con la melena mecida por la brisa marina y el olor a playa clavado detrás de tus orejas, en ese recoveco donde se junta tu cuello con el lóbulo. Ahí donde me encantaba esconder mi nariz y llenarme con tu esencia con cada inspiración. Y sentirme pleno, completo, tener la sensación de que la última pieza que faltaba en mi puzzle eras tú y que cuadraba a la perfección. En cada abrazo tus costillas entre las mías unidas en infinita paz, encajadas con un clac que nos acercaba un poquito más, que nos hacía sentirnos infinitos pero también uno solo. 

Te mecías de un lado a otro como las olas que van y vienen, rompiendo en una nube de espuma con ese crushhhh que me recordaba a tu risa y tus ojos achinados. Yo te miraba y sonreía, por dentro y por fuera, feliz, dichoso, enloquecido por tu sola presencia. 

Y me gustaba verte atardecer y atardecer contigo. 
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