Siempre he tenido predilección por las cosas rotas, las que nadie quiere, las que necesitan un poco de mimo hasta que se vuelven a poner buenas y bonitas.
Quizás ha sido porque mi padre es técnico y me ha enseñado que a veces es mejor arreglar algo antes de tirarlo a la basura y comprarse algo nuevo. O buscarse a alguien nuevo.
Quizás por eso también me gustan todos los antagonistas de las historias, porque son unos incomprendidos y muchas veces solo necesitan un poquito de amor y unos mimos en una tarde de invierno.
Quizás por todas esas cosas me enamoro de cosas difíciles pero a mí me sobra amor, tengo un bote lleno hasta el borde.
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