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Me gustaba mucho dormir contigo, Aleksi, acurrucarme sobre tu pecho y taparme hasta la nariz. 

Oh, sí, como me gustaba dormir acompañada. 
No lo supe hasta tiempo después, cuando mi cama de matrimonio se me quedó grande. Solía dormir en el medio, hecha un capullo de mantas pero nunca llegué a florecer, jamás salió la mariposa que guardaba  en mi interior. Se debió de perder entre el dolor que guardaba en el pecho y mis costillas fueron su jaula. 

Pobre mariposa. Pobre yo. 

Pero eso fue más tarde y ahora recuerdo lo que me gustaba dormir abrazada a ti. Lo mucho que lo extraño a veces. 

Y no sé porqué hoy Wint y yo nos parecenos tanto. 
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