163/365 // Entiéndeme

-Dylan es mi novio, rollo o lo que sea -parecía que la conversación no había finalizado aún y la verdad me hubiese gustado que así fuese.

Y es ahora cuando empiezo a comprenderlo todo. Respiro con fuerza y lentitud, intentando calmarme pero lo único que consigo es apretar mi mandíbula con rabia y hacer que me doliese más el golpe. Por eso me había pedido perdón, porque en realidad sí pensaba -y quizás tenía- un poco de culpa.

-Lo siento un montón, de verdad, Theron, me gustaría explicarte lo ocurrido pero no en susurros -lo dice casi con enfado, mientras fija en mí.

Y lo único que hago es asentir, sin tener claro sí de veras quiero tener aquella conversación pero al menos Hylekia deja de centrar su atención en mí y decide prestar atención a la clase -no sin antes frotarse las manos como es de costumbre y respirar con fuerza, hastiada.

El resto de las clases pasan como de costumbre, lentas y aburridas, contando los diez últimos minutos de la última clase con la mirada fija en el reloj y es cuando toca el timbre que se escucha en la clase un suspiro generalizado, yo incluido.

-Te espero en la esquina de la heladería, no acepto un no por respuesta -lo dice con una media sonrisa, entre el revuelo de clase, aprovechando que nadie la iba a oír.

Y por un segundo levanto la vista y clavo mi mirada en la suya, se ríe por lo bajo y sale rápidamente de clases, contenta. Suspiro mientras recojo mis cosas y las guardo en la mochila. Lo cierto es que no tengo muchas ganas de tener aquella charla con Hylekia y menos después de saber que tenía novio. No voy a decir que me haya sorprendido el hecho de que tuviese pareja pero en el fondo de mi corazón esperaba que fuese una chica libre, que tampoco está bien lo de estar detrás de otras personas cuando estás más o menos comprometido. Había dicho que era "su rollo", no sé muy bien como funciona el grado de fidelidad en las relaciones pero, si fuese yo, también le hubiese partido la cara al tío que se hubiese intentado acerca a Hylekia; la diferencia es que yo no sabía que ella ya estaba comprometida, pues no me había comentado nada, ni siquiera me había alertado. 
"Oye, Theron, tengo novio, así que ándate con ojo porque igual te parten la cara cuando llegues a clases". Hubiese estado bien,

Pero soy un estúpido y ya me encuentro caminando hacia la heladería donde nos habíamos citado. Camino despacio, esperando a que todos los alumnos se vayan a sus respectivas casas y así intentar ser vistos por el menor número posible de personas. Supongo que alguien nos vio en las tres veces que nos encontramos Hylekia y yo, y claro está, los cotilleos corren con rapidez, no siempre llevando la verdad de los hechos. 

Cuando llego a la calle de la heladería, veo a Hylekia a lo lejos y ella también me divisa a mí. Lo siguiente que hace es darse la vuelta y entrar en el portal que tenía a sus espaldas. Uf, aquello no es bueno. Me pregunto por un momento sí de verdad quiero ir, si quiero meterme en aquel problema pues todo lo que esté relacionado con Hylekia está claro que no me va a traer nada bueno. Pero sigo avanzando y cuando llego a la altura del portal por el que había entrado la chica, una puerta abierta me estaba esperando, con ella bajo el umbral, sonriendo. 

-Estás invitado a comer a mí casa. Sé que te lleva tiempo soltarte y empezar a hablar, así que quizás cuando tomemos el postre ya hayas conseguido saludarme -lo dice riendo y se da la vuelta, avanzando hacia el ascensor. Se ha girado tan rápido que no ha percibido mi media sonrisa, lo cierto es que me ha hecho gracia. Pero al momento me planto a mitad del camino, ¿estaba sola en casa?

Como si me hubiese leído la mente, asoma su cabeza desde el ascensor sujetando la puerta, clava sus ojos en los míos y me vuelve a dedicar otra sonrisa. 

-Mis padres comen fuera todos los días debido a su trabajo y no llegan hasta la hora de la cena, estás a salvo aquí.

"A salvo". Jamás he sentido aquella sensación, siempre he estado en alerta, triste, preocupado por cuidar de mi mismo a edades en las que mi mayor dolor de cabeza debería ser que habíamos perdido el partido de fútbol de la escuela. Aquellas palabras hacen que me encoja por dentro, pues estar a salvo es lo que siempre había deseado, siempre había anhelado aquella sensación de no tener que preocuparme por nada, de vivir, de salir del agujero de soledad y tristeza en el que nadaba y quizás guiado por aquel sentimiento de querer huir, camino hasta el ascensor, hacia ella pues el ojo del huracán es el sitio más seguro durante la tormenta.

Hylekia me sonríe, siempre lo hace y casi se tiene que poner de puntillas cuando me retira el pelo de la cara, pues tengo la mirada clavada en la punta de mis zapatillas. Aquel espacio es enano, el perfume de Hylekia lo impregna todo y lo único que quiero es hacerme una bola en el suelo y dejar que ella me acaricie, como un perro, como lo que siempre he sido y que se lleve todos mis males. Me gusta como me trata, no tiene miedo, no le acongoja acercarse a mí, mostrarme una sonrisa que parece de verdad, al menos ahora que estamos solos y lejos de cualquiera que pudiera juzgarla por estar tan cerca del raro de Theron. Y yo dejo que lo haga, porque me gusta aquella mentira, le permito que se acerque tanto a mí porque es lo único que he tenido desde hace años, que es todo una farsa pero es mucho más que nada. Alzo mis ojos y me encuentro con los suyos, tan verdes, tan brillantes, tan bonitos, mirándome solo a mí y siento una ligera oleada de calor en mi interior, alejándome de aquella soledad, oscuridad y frialdad que era inherente a mí. 

Es entonces cuando el ascensor llega a la cuarta planta, dando un ligero bote. Hylekia abre rápidamente la puerta y se dirige hacia la de su casa, la abre con premura y se interna en el piso. La sigo con muchas más calma y cuando estoy cerrando la puerta escucho su voz a lo lejos, invitándome a que me siente en el sofá. Y así lo hago, mientras la veo aparecer con un botiquín y una estuche con forma de oso.

-No es necesario, Hylekia -le susurro y se sorprende de escucharme hablar, al fin y al cabo no contaba con mi voz hasta la hora del postre-, he aceptado venir a hablar pero no debo quedarme mucho tiempo, tengo cosas que hacer -y miento vilmente, pues la lista de cosas que tengo programas esta tarde se reduce a cero. 

-Al menos déjame que intente curarte ese corte tan feo y tapar el moratón que te va a salir, intento ahorrarte una larga charla con tus tutoras y un dolor de cabeza menos a ellas -sigue sonriendo y yo embobado mirándola, como no respondo, lo interpreta como una respuesta afirmativa aunque en realidad ni siquiera había sido una pregunta. 

Abre el botiquín, coge un poco de algodón y lo impregna de desinfectante. Me mira, me aparta el pelo con su dedo meñique y frunce un poco el ceño antes de pasarme aquel líquido por la herida, pues los dos sabíamos que aquello iba a escocer. No me quejo aunque la sensación sea bastante desagradable y es entonces cuando Hylekia comienza a hablar.

-Siento lo de Dylan, cuando me dijo que te iba a partir la cara, textualmente, no le creí. Sus razones eran que habías sido un osado al dirigirte hacia mí en el centro comercial, delante de tanta gente, dejándome en ridículo y decidió que debía darte tu merecido. Te juro que no pensé que lo dijese en serio, pues le encanta hacerse el macho con sus amigos pero supongo que lo he subestimado y el que ha pagado las consecuencias has sido tú. 

Y en ese momento siento alivio, no nos había visto nadie en nuestros encuentros esporádicos y me causa felicidad, aunque haya recibido los golpes de aquel imbécil, pues todavía podíamos seguir manteniendo aquella relación clandestina a la vez que tóxica. Porque nada bueno me iba a traer. 

-Tú no tienes que pedirme perdón, Hylekia -le contesto-, al fin y al cabo no tienes la culpa de que Dylan sea un imbécil pero sí de tener un novio tan imbécil -se lo digo con una sonrisa y aunque haya sido un puñal, me sonríe y se ríe. 

-No es así siempre pero ya sabemos que a los tíos les encanta hacerse los chulos delante de sus amigos. 

Me encojo de hombros, pues en realidad no sé cómo es la sensación de tener un grupo de amigos y tener que hacer aquellas tonterías simplemente por encajar. Es entonces cuando Hylekia abre el estuche en forma de oso y veo que está lleno de productos de maquillaje.

-Creo que no es necesario -digo alejándome de aquello, como si fuesen cucarachas. 

-Solo un poco, en el moratón ¡te juro que lo haré desaparecer! -y me pone ojos de gatito, yo suspiro y ella sabe que ha ganado. Me está calando demasiado, muy rápido y no debería darle tanto poder a aquella pequeña pelirroja. 

Nunca me han gustado las cremas y aquella no es una excepción, aquel tacto que tienen sobre mi piel me produce escalofríos pero aún así, cuando termina, le doy las gracias y me levanto. No pienso quedarme a comer, ya me he forzado lo suficiente a hablar y ella se da cuenta de que me quiero ir.

-¿No vas a dejar que te invite a comer, verdad? -lo dice con un deje de tristeza y niego con la cabeza mientras avanzo hacia la puerta. 

En realidad espero que ella me detenga, que me pida otra vez que me quede porque aunque haya dicho que ya me he forzado demasiado a hablar, me gusta estar con ella, tenerla cerca. Me calma pero no soy quién de decirle que necesito eso. Aunque, un momento, soy yo el que se está marchando, ella no me ha echado, ni siquiera me ha invitado a que me vaya y es entonces que detengo mis pasos y escucho su voz justo a mi espalda.

-Te dije que aquí estabas a salvo, no tienes porqué marcharte -y siento sus brazos acariciándome, abrazándome desde atrás, ciñendo sus manos en mi pecho y apoyando su cara en mi espalda.

Y es todo lo que necesito. 









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