La lluvia de Navidad trae regalos


-¿Recuerdas cuando echábamos carreras con las gotas de agua del cristal?-le pregunta él.

-Claro que sí -le contesta Circe-. Recuerdo que siempre acababa ganado la mía y tú te enfadabas y te ibas corriendo.

-Siempre dije que hacías trampas con algún tipo de magia -responde riendo Angelo-. ¡Qué ojo tuvo tu madre al ponerte ese nombre!

-También creo que tu nombre va muy acuerdo contigo -le dice sonriendo-. ¿Te acuerdas de cuando se me olvidaba siempre la merienda y siempre me dabas tu bocadillo? -ríe Circe.

-¿Cómo olvidarme? Más de una vez llegué a pensar que lo hacías a posta, pero luego ponías esos ojitos de cordero degollado y me era imposible negarte nada.

Ambos sonríen y siguen mirando por la ventana, con sus mentes en lejanos recuerdos.

-¿Qué nos ha pasado? -susurra Angelo con la mirada perdida.

-Nuestros caminos se tuvieron que separar, no hay más explicación -le contesta ella segura de sí misma.

-¿Sabes, Circe? La verdad, lo que ha fallado es habernos olvidado de estas tardes en la ventana, haciendo nuestras competiciones. Estoy seguro de que recuerdas la primera vez que te besé.

Circe niega con la cabeza y seguidamente le mira a los ojos.

-Angelo, sabes perfectamente que lo nuestro era imposible. Tu padre y mi madre se opusieron, como era debido.

-¡Qué más da! Han pasado ya casi seis años desde aquel día que nos pillaron. Tú, igual que yo, sabes lo difícil que ha sido dormir pared con pared y no poder darnos un simple abrazo.


-Angelo, olvídalo -corta Circe su discurso.

Él se gira y la mira fijamente a los ojos, de aquella forma que la hacía enloquecer.

-Sólo un beso más, te prometo que será el último -suplica Angelo e imita aquellas miradas de Circe de cuando era pequeña.

-Pero sólo uno, ¿eh? -ríe suavemente Circe-. Pero de todas formas, que no sea el último.

Angelo sonríe suavemente y le acaricia suavemente la cara después de un año.

-Te prometo que cada Navidad te regalaré un beso.

-Yo te prometo que todas las Navidades me opondré un poco para que me digas estas cosas bonitas.

Angelo sonríe y con una suave caricia desliza su mano por el pelo de Circe. Junta sus labios con los de ella, tan suaves como el terciopelo y los memoriza hasta el año que viene.
Odia poder verla solamente una vez al año, pero aunque ya sean mayores de edad, sus padres siguen controlando el pequeño contacto que tienen; pero su vigilancia siempre falla en algún momento. A las seis de la mañana del día veinticinco de diciembre, después de una noche exhaustiva de fiesta no son capaces de levantarse, y ese es el único momento de paz para él y Circe.
(Los Derechos de la foto pertenecen a una de mis mejores amigas, asi que todos los méritos para ella :) )
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5 comentarios:

  1. ¡Ala! Yo también echaba carreras con las gotas, soplando la mía para que llegara más lejos que las demás.


    miau
    en
    bici
    azul

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  2. Teneis el mismo pasatiempo los tres ^^

    Por cierto, voy a leer tu nueva actu que no tuve tiempo :)

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  3. Y unas horas después, a la una de la madrugada del veintiseis, nací yo.

    ¿Por qué no te he descubierto antes?

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  4. ¡Que coincidencia!

    Quien sabe, hay tanta gente por el mundo del blog :)

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