-¿Me llevas a dónde los osos son reyes, en el hielo hay cuevas de hadas y donde los gorros de Moscú son normales? –le preguntó la chica con una sonrisa, pero seguía sin ver nada ya que las manos del chico cubrían sus ojos.
-Algo parecido –le contestó riendo y destapó sus ojos mostrándole un pequeño lago cubierto con una fina capa de hielo y una nieve resplandeciente-. Por nuestro bien espero que no haya osos y dudo que haya hadas, pero no desentonas con tu gorro; tranquila –le confesó y se acercó a ella mientras que jugaba con la nieve.
-¿Cómo descubriste este lugar? –le preguntó maravillada de lo que ve.
-Un día conocí a una chica que siempre llevaba un extraño gorro como si estuviese en la Antártida, tenía guantes de colores y un curioso llamador de ángeles. Me dio la impresión de que le gustaba el frío y decidí buscar un lugar en el que éste convirtiera las cosas en algo mágico –dijo señalando la nieve-. Puede que digan que está loca, ¡pero si eso es locura que me digan a mí que es lo que siento cuando curva sus labios en una sonrisa!
-Muy afortunada esa chica –le contestó ella bajando la mirado algo azorada y por supuesto que no era por el frío.
-¿Y sabes qué es lo mejor de todo? Secretamente me ha prometido un beso –le dijo riendo.
-¿Un beso? –le preguntó ella levantando la mirada hacia sus ojos, que la miraban con dulzura.
-Sí, en el mismo momento en el que ha dicho “beso” –volvió a reír.
Se acercó a ella lentamente con su preciosa sonrisa dibujada en la cara. La chica del gorro de Moscú se ha pasado demasiado tiempo jugando con la nieve y el frío se le ha calado en los huesos. Con un temblor que le recorrió toda la espalda se vio obligada a apartarse de él cuando estaba a menos de un centímetro y estornudó rompiendo la magia del momento. Escuchó como el chico se reía y ella le dirigió una mirada sonrojada.
-¿Sabes? Soy verdaderamente oportuna –dijo temblando de nuevo y él lo notó perfectamente.
-¿Por qué no me has dicho que tenías frío? –pareció echarle la bronca, aunque fuese desde el infinito cariño y cubrió las manos heladas de la chica devolviéndoles su temperatura con una cálida caricia-. Tengo un termo calentito lleno de chocolate –le susurró disfrutando del brillo de sus ojos-, pero solamente te daré si dejas de temblar y dejas que te abrace.
-¡Trato hecho! –le contestó sin dudarlo.
Él la abrazó fuertemente, notando el frío de su cuerpo a través de la ropa. Ambos se rieron cuando él dio un respingo al notar la fría nariz de la chica sobre su cuello. El abrazo del chico era cálido y confortable. Ella sentía como sus manos acariciaban suavemente su pelo, enredando a veces un dedo haciéndole tirabuzones.
-Eres igual que un copo de nieve -le susurró-. Fría, preciosa e irrepetible.
Oh, qué bonitos son estos dos (: se me escapaba la sonrisilla al leer lo tiernos que son el uno con el otro.
ResponderEliminar¡Muaa!
Pena que no se pueda poner el nombre... u__u pero tú ya sabes quién soy muahaha! xD
ResponderEliminarme ha gustado mucho, es muy tierno y muy dulce :)
Un beso! :D
Me ha gustado la frase final, como un copo de nieve, irrepetible.
ResponderEliminarBesos
Felicidades por tu blog.
ResponderEliminarEstá muy bien !
Un beso (:
(...Sin rencores)
El chocolate nunca jamás se toma en termo. Tiene que ser recién hecho, si no, no vale.
ResponderEliminar(un miau
de parte de Cat)