¿Qué sería el mismísimo frío sonrojado?




Los trocitos de glaciares como ella estaban hechos de esa pasta, de frío. Que se hubiese sincerado de aquella forma resultaba extraordinario para ella. Me dio por sonreír y darle un fuerte abrazo pero la notaba extraña, como confundida. Me separé un poco de ella y vi en sus ojos que esperaba que dijese algo y en ese momento me entró la risa tonta, esa que no puedes contener ni cerrando la boca con todas tus fuerzas. Pensó que me estaba riendo de ella, me dirigió una mirada envenenada pero que más tenía de tristeza y decepción aunque lo que me hizo reaccionar verdaderamente fue su caminar con la cabeza gacha. Vaya estupidez la mía, aquel trocito de glaciar no se derretía con el calor del cariño sino que se fundía en la miseria cuando le faltaban tres palabras bonitas. Como decía, ella no era de hablar de cosas de sus sentimientos pero le encantaba que le dijera el cariño que le tenía y no la malinterpretes como si fuese una egoísta, que no lo era para nada pero ya se sabe, mi porción de invierno andante se enrojecía sólo con decir quiero aunque fuese para pedir un helado. ¿Qué sería el mismísimo frío sonrojado? A sí, sería ella; fue ella entera con el cariño recorriéndole las venas cuando le dije que me encantaba su forma de decirme te quiero, que no siempre se dice con esa palabra que a ella le costaba tanto pronunciar. Se rió suavemente y puso cara de me has pillado pero por supuesto no lo admitió. Acurrucó sus manos en los bolsillos de la chaqueta y me pidió un mudo abrazo con la sonrisa. Tan inocente como siempre me preguntó que qué tenía que hacer ahora, que ella no tenía ni idea de dar mimos o de querer a alguien. Me sorprendí, ¿que no sabía querer? Estaba de bromas. Me reí mientras que le acariciaba la coronilla con mi nariz y le dije que para no tener ni idea de cómo hacer que un hombre se derritiera ante el hielo puro en persona que lo hacía bastante bien. Demasiado, diría casi. Me dedicó la primera carcajada de la tarde y me dio un beso rápido en la mejilla, clavándome en el pecho sus manitos que tenía resguardadas en los bolsillos y terminó por sorprenderme, bueno, no del todo, cuando echó a correr por el medio del parque llenándose de todo el frío que podía. Iba gritando que ya podría ir preparando un buen saco de abrazos, que esa tarde se iba a comer el frío a bocados y que luego necesitaría mi ayuda pero se paró un momento en su carrera de escalofríos para decirme que la siguiera, que tendría que empezar a practicar con lo de los abrazos de verdad y aquel era un buen día. Era ella, mi glaciar, con su frío, sus carcajadas, sus tonterías, sus nuevas ganas de querer y, por supuesto, su sonrisa helada que me derretía.
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8 comentarios:

  1. Hermosoo, me encantan tus textos. Besos. Linda foto.

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  2. un amor glaciar
    qué bonito y qué wapa!

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  3. ¡Muchas gracias! : )
    En la foto parece que tengo pecas pero no las tengo. Ains, ¡con lo que me gustan a mí!

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  4. por lo visto no eran bromas... menos mal que se derritio. bien hecho

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  5. ¡Muchísimas gracias, me alegro de que os haya gustado! : )

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  6. Un escrito precioso!!!! Haces que me den ganas de hacer lo mismo!! Ya que siempre suelo correr por ahi con nieve y todo ^_^ te sigo y encantada!!!! Espero el siguiente escrito!!! Bss

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