T h e r o n
Me pongo los cascos del mp3 y en menos de diez segundos She Wolf the Megadeth estalla en mis
oídos a un volumen estratosférico. Muevo la cabeza casi imperceptiblemente al
ritmo de la música mientras que frunzo el ceño malhumorándome a pasos
agigantados. Jodida lluvia, como odiaba mojarme. Me queda media hora de camino
para llegar al instituto pero por suerte voy con tiempo de sobra, cosa que no
suele pasar el 99% de los demás días. Las calles todavía estás oscuras,
iluminadas mínimamente por las farolas que hay cada seis metros en la acera.
Los coches circulan con rapidez y pronto se empiezan a escuchar los bocinazos
enfurecidos de la gente que no sabe tomar una rotonda; vaya par de imbéciles,
por favor.
Con más de la mitad del camino recorrido ya comienzo a ver a
gente del instituto, algunos más jóvenes que yo y otros de mi edad. Todos
sonrientes, charlando con los compañeros que van a su vera y, sin duda, especulando
sobre los profesores que le tocarán en el venidero curso. Esas cosas han dejado
de importarme, sin duda. Todos son igual de cabrones y no quieren más que
hacerte sufrir, así de claro y sin excepción. Les caigo mal, como a toda la
sociedad y ni siquiera se esfuerzan en mirar mi historial para saber que me
pasa e intentar comprenderme un poco. Pero lo prefiero, no quiero ir dando pena
por ahí y que me miren como si fuese un perro precioso pero con pulgas al cuál
jamás te acercarías.
Medio cd de Megadeth escuchado, puertas del instituto abiertas
ante mí. Las miro fijamente, como el que va observando la puerta que está al
final del corredor de la muerte, así es como me siento. Aquí es donde termina
la laguna Estigia, que es el camino al instituto y este es el puto infierno. Me
saco los cascos con parsimonia mientras que comienzo a subir las escaleras
hacia el último piso, donde siempre está la case de artes de 2º de Bachiller.
Veo a un par de chicas que ya habían estado conmigo el curso pasado en clase,
me miran de soslayo durante los segundos que paso a su lado y cortan su
conversación, quedándose calladas hasta que estoy a una distancia prudencial y
comienzan a cotillear de nuevo, ahora en susurros. Soy el primero en llegar a
clases y tras echar un vistazo, me siento en el pupitre del fondo de la mesa
más alejada del profesor, allí, en el fondo sur donde pasaré desapercibido todo
el jodido curso. Bueno, pasar desapercibido sería un milagro que, sin duda, no
se cumplirá.
Para mi desgracia, cuando empiezan a llegar los demás
alumnos comienzan a juntar las mesas de dos, al grito de “¡si los profesores ya
encuentran las mesas de dos no nos van a decir nada!” y ale, todo el mundo a
arrastrar mesas y sillas como si fuesen unos elefantes en una cacharrería.
Levantad las mesas, por favor. Sin duda, la única mesa que queda sin unir es la
que está al lado de la mía y yo no pienso moverla para que cualquier nuevo se
siente a mi lado, uno que no me conozca y se me ponga a dar la chapa. Escucho a
gente que me grita que junte esa mesa con la mía pero ni siquiera me inmuto
ante los insultos que la gente me regala. Que os den, sin duda.
Pasados tres minutos ha legado toda la clase y es en ese
instante cuando entra el profesor por la puerta, cerrándola tras de sí. Todavía
no se ha sentado cuando alguien toca la puerta y es en ese instante cuando se
asoma la cabeza de Hylekia por la puerta. Asustado, miro si queda alguna mesa
libre a parte de la que se encuentra a mi lado pero no, estaban jodidamente
contadas. Ella también se da cuenta de lo que pasa y con la cara un poco tensa,
acude hacia el final de la clase y, tras los susurros de la mitad de la clase
de que junte la mesa, lo hace con disimulo mientras el profesor mira algunos
papeles.
Me saluda por lo bajo cuando se sienta a mi lado pero parece
no importarle que no le conteste. Lleva en mi clase unos cuatro años y ya sabe
que soy el raro que no abre la boca salvo en situaciones límites para soltar
una sarta de palabrotas. Recuerdo el primer día que ocurrió aquello, en un
examen de inglés en el que toda la clase estaba hablando y no dejaban que me
concentrase. Después de 20 minutos leyendo la misma frase el texto, se me
hinchó la vena de la cabeza y grité un “¿os queréis callar todos de una jodida
vez?” y, sin duda, surtió efecto. Todos se giraron hacia mí, anonadados. Tenía
fama de ser mudo de verdad pero aquello confirmaba que podía hablar. Hasta la
profesora me miró sorprendida tras aquel hecho inaudito.
Hylekia se frota las manos con suavidad antes de abrir la
mochila y coger sus cosas, con la mirada clavada en la semioscuridad de la
misma. Parece nerviosa, seguramente por su cabeza no paran de pasarse un millón
de ideas sobre mi persona. Que si soy un psicópata y por eso no hablo, que si
soy un violador y a saber que más cosas. Le tiemblan suavemente las manos cuando
deja la agenda sobre la mesa y el libro de Historia del Arte; así que aquella
asignatura era la que teníamos. Perfecto. La oigo susurrar un suave joder mientras escucho de fondo como el
profesor comienza a pasar lista “para irnos conociendo”. Frustrada, Hylekia
tira la mochila al suelo y se cruza de brazos sobre la mesa. La menciona el
profesora y alza la mano diciendo yo para, seguidamente, escuchar salir de los
labios del profesor mi nombre. Ni siquiera alzo la mano, no quiero que la gente
me mire, que sepan mi nombre. No quiero nada que nos relacione.
-¿Theron? –vuelve a repetir el profesor.
-Es mi compañero –contesta Hylekia por mí, sorprendiéndome.
-Qué pasa, señorita, ¿acaso su compañero es mudo y no sabe
contestar?
Me contengo las ganas de sonreír. La clase se queda
totalmente en silencio y el profesor
frunce ligeramente el ceño al ver que su broma no ha tenido gracia. Levanto un
poco la vista de la mesa, donde la he mantenido clavada todo el tiempo y lo veo
hojear su cuaderno. Asiente levemente con la cabeza, sin duda acaba de encontrar
algo sobre mí que ponga “es el raro” o algo similar. No dice nada, ni siquiera
pide disculpas por su mierda de gracia y se dedica a seguir pasando lista.
Hylekia se revuelve en su asiento y vuelve a frotarse las
manos dos veces, casi seguidas y toma aire con fuerza.
-Vale. Sé que no te gusta hablar y que sin duda no me vas a
contestar, ¿pero podrías dejarme un bolígrafo? –dice de carrerilla y se estaba
dirigiendo hacia mí.
Quería decirle que sí, que no tenía problema en prestárselo
ya que tenía uno de sobra, de que me alegraba de que se dirigiese a mí casi con
normalidad pero en vez de eso me quedo con la mirada clavada en las vetas de la
madera, tenso, casi sin respirar. Ella espera un gesto, un algo que le haga
saber que puedo dejarle el bolígrafo. Pero nada de eso ocurre. Es en ese
instante cuando la chica que está delante de nosotros se gira para tenderle un
boli a Hylekia.
Ésta se lo agradece con una sonrisa y coge una hoja de su
fichero para tomar nota de cualquier cosa que diga el profesor. Vaya ganas, yo
ni siquiera he sacado las cosas de la mochila pero me veo en la obligación de
hacerlo cuando el profesor se levanta y oigo como escribe algunas cosas en el
encerado. Me cuesta horrores levantar la vista para poder copiar, he perdido
toda la practica desde el año pasado. Me da miedo que alguien de las primeras
filas esté girando hacia atrás y clave su mirada en la mía o que mismamente el
profesor me pille mirándolo y que me haga cualquier tipo de pregunta (cosa que
veo casi imposible) pero que si me quiere hundir, lo hará. Me tomo mi tiempo,
con lentitud abro la libreta y saco un bolígrafo de la mochila. Por suerte, el
profesor dice en voz alta lo que está escribiendo, por lo que me ahorro tener
que levantar la vista y escribo con lentitud y buena letra lo que dicta.
Y en eso consiste toda la clase, dedicarse a copiar al pie
de la letra lo que sale de la boca de aquel licenciado. Un aburrimiento. Y solo
es la primera clase del curso, vaya tortura.
Y bueno, aquel castigo se extiende dos horas. Repetidamente,
acaba la clase y viene una profesora, al parecer, de Lengua Castellana. Se
repite lo mismo que en la primera clase, dice mi nombre e Hylekia contesta por
mí. No sé porqué lo hace pero me hace sentir bien aunque jamás se lo pueda
decir. Me hace sentir como que le importo a alguien. Qué loca estaba esta
chica, sin duda, estaba jugando con fuego, con la exclusión social con que se
relacionase mucho conmigo; aunque, por lo que tenía oído, era medianamente
popular y se llevaba bien con casi todo el mundo. Un caso extraño de chica, sin
duda.
En esta clase ya ni siquiera me preocupo por tomar notas,
tan solo me dedico a dibujar en la libreta. Un árbol, lleno de ramas y sin
hojas, realmente aterrorizante. Y en eso me paso toda la clase. Cuando suena el
timbre indicando el primer recreo suspiro casi con alegría, primeras dos horas
superadas. Hylekia se levanta cuando el profesor lo indica, se pone su chaqueta
y sale disparada a hablar con una de sus amigas que está sentada en una de las
primeras filas. Sin duda, me tocaba ser el tema de conversación de esas dos
chicas durante todo el recreo. Me quedo en mi sitio, cojo el mp3 de nuevo, me
recuesto contra la pared y me quedo allí sentado, solo, como siempre.
Me hundo en lo más profundo de mí mismo, donde nada me duele,
donde nada me importa. Y así me quedo todo el recreo, buceándome entre mis más
oscuros pensamientos, pensando en que mi vida es una mierda y todas esas cosas
que me dedico a pensar siempre. Toca el timbre, indicando que otras dos horas
de sopor se acercan con rapidez. Mantengo la música un rato más, por lo menos
hasta que llegue el profesor (y eso con un poco de suerte, si no decido
evadirme por completo y dejarla puesta mientras él o ella da la clase).
Hylekia vuelve hacia su sitio, quitándose la chaqueta de
camino y atusándose un poco su melena pelirroja. Coloca la chaqueta tras la
silla y se queda parada delante de ella, al parecer con la mirada clavada el
mí. Tan solo la estoy viendo por el rabillo del ojo, por lo que no tengo claro
si está hablando con alguien de las filas de adelante o qué narices está
haciendo. En entonces cuando sus manos, finas, blanquecinas y con las uñas
rojas me toman por la mandíbula haciendo que me gire hacia ella. Me pongo más
que tenso, realmente enfadado ¡¿cómo diantres se atreve a tratarme así?! ¿Cómo
es que se atreve a tocarme? Antes de que pueda alejar sus manos de un zarpazo
me dio cuenta de que está moviendo los labios, de que al parecer me estaba
hablando a mí. Estúpida ¿es que no se ha dado cuenta de que estoy escuchando
música? Jodida Hylekia, si estuviese un poco más desequilibrado la estrangulaba
allí mismo pero por el contrario me quito los cascos, de un tirón y a ella se
le queda la cara más blanca de lo normal. Es entonces cuando retiro sus manos
de mi cara con un zarpazo, cuando me empieza a quemar su contacto. Clava su mirada en la mía, como pidiéndome disculpas
y le devuelvo la mirada, envalentonado y realmente furioso. Tan furioso como
aquella vez en el examen de inglés.
-¿Qué cojones te pasa a ti? –grito, al igual que en aquel
examen, haciendo que todos se giren hacia nosotros.
-Lo siento –tartamudea simplemente.
Se frota las manos indefinidas veces antes de sentarse e
incluso cuando se estaba flexionando para poner su culo contra la silla sigue
con aquel meneo de manos. La sangre me quema en la venas, escucho los latidos
de mi corazón palpitando en mis orejas, ensordeciendo todo lo que ocurre a mi alrededor.
Tan solo siento un calor insoportable, unas ganas de arrancarme la piel donde
me ha tocado Hylekia y de gritarle cuatro cosas pero ya se me ha pasado el
momento valiente y no creo que vuelva abrir la boca en lo que queda de día.
¡Y también hay actualización de Blackened Heart!
Madremía. Ya me habías atrapado con tu otro blog, y ahora, con este. Theron es sin duda raro. Muy raro. El final ha sido impactante O.O Espero impaciente la continuación, me has dejado con la intriga de qué es lo que le pasa a Theron, y por qué se comporta así con todo el mundo.
ResponderEliminarBesos.
A ver, como siempre genial. Me encanta el personaje de Theron. Aunque tienes algunas erratas:
ResponderEliminar-Las calles todavía estás (están, primer párrafo cuarta línea)
-Pasados tres minutos ha legado (llegado, quinto párrafo primera línea)
-perdido toda la practica (práctica, párrafo quince línea 4)
-Se repite lo mismo que en la primera clase (sería nos o simplemente se quitaría el se o bueno, no sé si quisiste hacer ver que ella era la única que se escuchaba porque los alumnos no le prestaban atención; párrafo 17 línea 2)
-En entonces cuando sus manos (párrafo 20 línea 4)
Espero que no te haya molestado,y solo me queda decir que es una gran historia y espero volver a leer algo sobre estos dos.
Me encanta Theron, es jodidamente raro *__*
ResponderEliminarQuiero más más y más :D
Andrea: Theron es una caja de sorpresas, ya lo iréis viendo. Tengo muchísimas ganas de escribir esta historia que, sin duda, va a tener partes muy tristes y profundas.
ResponderEliminarIpso Facto: ¡tremendo trabajo, hasta me pones los párrafos y las líneas! De verdad, muchísimas gracias. Son de estos fallos que word no encuentra (ni yo tampoco porque no tengo la paciencia de ponerme a releer todo jaja). Y sí, quizás vuelva a hacer otra actu de Theron pero también tengo que presentaros a los demás protas : )
Una tonta suelta: lo raro que es Theron realmente enamora y ¡próximamente más!
Un beso ENORME a tod@s : )
Totalmente a favor de conocer al resto de protas, estoy segura de que me encantarán tanto como Theron ^^
ResponderEliminar