Hyle.


No presto atención a nada, ni a lo que hace Hylekia ni a lo que dice la profesora. No sé ni siquiera si ha pasado lista, si alguien me ha gritado o me ha insultado, tan solo tengo la vista clavada en la mesa y apenas parpadeo. Sin venir a cuento, una mano temblorosa entra en mi campo de visión y deja caer un folio doblado cuatro veces sobre mi mesa. Sin duda, las uñas rojas delatan a Hylekia. No hago nada durante dos minutos, tan solo miro el papel y sin duda espero que estalle en llamas, puesto que la mirada que le estoy dirigiendo es a lo menos suficiente para explosionar. Aún así, me come la curiosidad, saber que pone, que gilipolleces de escusas se inventa  pero soy incapaz de coger aquel simple folio, abrirlo y ponerme a leer. Hylekia trastabilla suavemente con sus dedos sobre la mesa, esperando que haga algo, que abra su carta o que la rompa en mil trocitos pero es que soy incapaz de moverme si quiera.
Y, entre tanta presión y tanta cosa, empiezo a marearme. Me llevo una mano a la frente, intentando calmar mi respiración pero es inútil, termino por desmayarme. ¿Que nadie sabía nada de mis problemas también de tensión? Pues ahora ya estaban enterados. Soy un desequilibrado en todos los aspectos.
Por supuesto, no recuerdo nada de aquel momento. Sé que me empecé a encontrar mal y antes de que pudiese recostarme contra la mesa todo se había quedado oscuro. Ahora, estoy en mi habitación, en La casa del terror. Joder, que bien había empezado las clases, para darme con un canto en los dientes. Me llevo una mano a la frente, respirando con tranquilidad antes de que todo lo que había sentido esa mañana volviese a devorarme.

Me incorporo con lentitud, reposando mi espalda sobre el cabecero de barras de hierro como de película de terror. En mi mesilla veo un plato con comida, un vaso de agua y una nota que simplemente pone mi nombre, escrito casi ilegiblemente. Sin duda, Anna Elle tiene mucho que ver en ello. La pobre mujer jamás había ido a la escuela, como mucha gente de su edad pero había aprendido a escribir por sí sola, una genio, una perfecta autodidacta y que no tuviese una buena caligrafía era algo que se le podía perdonar. Esbozo una pequeña sonrisa y cojo el bocadillo de jamón que me había dejado. Qué amor de mujer, por todos los dioses. Y, con ese pensamiento recuerdo al instante la carta de Hylekia. ¡Joder! Con las ganas que tenía de leerla. Sin duda, la habría cogido con rapidez cuando me desmayé, no fuera a ser que alguien la pillase mandándole cartitas al raro ¡lo que le faltaba! Había sido un grosero con ella pero en verdad me tocaba los huevos que se hubiese acercado tanto a mí y que incluso hubiese osado tocarme, eso era algo que no le permitía a nadie que no fuese Anna Elle.

Como con tranquilidad, intentando no sulfurarme más y cuando termino decido que una ducha sería una de esas cosas que verdaderamente me subirían un poco la moral. Miro la hora, las cinco y media. Sin duda, a esas horas las fierecillas estaban jugando en el patio de la comunidad y tenía el baño para mí solito (exceptuando, claro está, algún apretón). Tan solo cojo mi toalla, como siempre y me dirijo al baño con pies de plomo. Me duele la cabeza pero me niego a tomarme nada de ibuprofeno ni ninguna de esas drogas, como yo las llamo. Atranco la puerta del baño con un banco, necesitaba diez minutos de auténtica intimidad sin que ningún mocoso entrara a molestarme, si tenía que ir a mear, que lo hiciese de campo.

Me saco la camiseta con lentitud, estirando los músculos para seguidamente desabrocharme el pantalón. Intento bajarlos pisoteando los bajos y tirando pero son tan jodidamente apretados que eso no funciona. Engancho los bolsillos para tirar de ellos hacia abajo cuando hay algo que roza mi mano, dentro de ellos que me sorprende, algo que no estaba allí a la mañana. Casi me da un vuelco el corazón cuando encuentro un papel arrugado, metido casi a presión. Lo desdoblo con manos temblorosos, como un jodido adolescente estúpido. Me río de mí mismo interiormente ¿qué coño espero, que me declare su amor de por vida?
Hylekia es una tía que está buena y jamás se rebajaría a estar con un trozo de mierda como yo. Pelirroja, melena larga y ojos verdes. Vamos, como decían muchos “para follártela las 24 horas del día”. Soy un estúpido, sin lugar a dudas pero bueno, no pierdo la esperanza cuando veo su letra estampada en aquel folio.

Lo siento, lo siento, lo siento. Soy una imbécil, Theron. Pensé que no tenías los cascos puestos y que tan solo me estabas ignorando pero es que era importante lo que intentaba decirte por eso fui tan osada como para obligarte a que me mirases, a que me prestases atención.
Lo siento, de verdad, te pido disculpas de corazón. No espero que me contestes, tan solo que logres perdonarme y bueno, creo que no hace falta decir que jamás volveré a hacer una cosa semejante.

Hyle.

No puedo evitar que una sonrisa se forme en mis labios. Vaya tonta estaba hecha aquella chica.

Me meto en la ducha y dejo que el agua fría me agarrote todos los músculos en un fuerte temblor que me recorre de arriba abajo, para luego suspirar casi con placer. Cojo el champú del pelo con una prisa casi irreconocible, prisa por salir a la calle, a que me dé el frío en la cara, a volver a sentir algo. Y eso solamente significa una cosa que mi cuerpo esté pidiendo. Drogas. De las más duras que encuentre en los suburbios en los que me suelo meter. ¿Que nadie sabía que soy un yonki? Bueno, pues ya lo saben, aunque no soy muy dado a estas mierdas. Solo las todo de vez en cuando; uno, cuando mi economía de mierda me lo permite, dos, cuando estoy muy quemado con la vida o tres, cuando me apetece vivir algo intenso, como en estos momentos.

El jabón de mi pelo se escurre con rapidez mientras me lavo el cuerpo con más velocidad si cabe. Si me doy un poco de prisa, quizás llegue antes de que los “veteranos” y pueda pillar algo de calidad. Oh, quizás hasta me decidía a dedicarle una mini-mini sonrisa a una de esas criachuelas que viven en La Casa del Terror. Anna Elle siempre me dice que sea simpático con ellas, que me ven como el chico guapo y mayor del “hotel” y que con que tan solo les guiñase un ojo ya estarían felices para toda la semana. Se supone que no debería costarme nada, no a uno persona normal pero es que yo me escapo con mucha ventaja de los límites de lo común.

Y eso, que antes de lo que me doy cuenta estoy saliendo con la toalla anudada a la cintura, la ropa en los brazos y el pelo chorreando, camino a mi habitación. La rutina de siempre, pantalón negro, camiseta de grupo desconocido para la inmundicia musical actual y Doc Martens. Me seco el pelo con prisas, tan solo casi enseñándole la toalla al mismo, cojo la chaqueta y la cartera y me largo de allí con prisas. Nadie se cruza en mi camino, nadie se atreve y como un jodido yonki salgo con los labios apretados hacia las afueras de la ciudad. Algunos me dirían que a donde diantres voy, ya no solo por el tema de las drogas, sino porque hace una escasa hora estaba tumbado en la cama semidesmayado. Pero soy así, que le vamos a hacer.
Camino con rapidez, pisando fuerte y tan solo me lleva unos veinte minutos llegar a los suburbios. Otro escenario de pelis de terror. Fábricas antiguas abandonadas, con la mayor parte de los cristales rotos, ratas que parecen leones apareciendo de detrás de los contenedores que debe hacer unos diez años que no vacían y, al fondo de todo, junto a una hoguera, los que van a ser mis amigos durante lo que me dure lo que me fume. La primera vez que pisé este sitio fue hace dos años, estaba tan asquerosamente mal que pensé que sería bueno perderme por algún lado, que igual las ratas me acogían en sus cloacas. Y algo parecido sucedió. Llegué a este mismo sitio y la gente que me encontré casi que también vivía en las cloacas, me ofrecieron un poco de su mierda, gratis, para engancharme y bien que lo consiguieron. Al día siguiente estaba allí para pedir un poco más pero después de lo que me clavaron, tuve que ahorra un poco más para volver a pillar algo. Y a esto se reduce mi vida, ahorra para comprar esta mierda y cds nuevos. Esos son mis hobbies.

Me acerco a un chico con rastas, ventipico años y que se está liando un cigarro. Carraspeo con suavidad y se gira hacia mí. Me mira de arriba abajo con cara de incredulidad y antes de que me pregunte nada le doy los veinte euros que llevo en la cartera. Sonríe y mete la mano dentro de su cazadora para sacar una bolsita con unas pastillas azul claritas. Lo miro con el ceño fruncido, al ver que no me devuelve un solo céntimo.

-Es de buena calidad, amigo. Es el mejor dinero que has invertido en toda tu vida para darte un buen colocón. Yo de ti me la tomaría al aire libre, en un banco del parque o algo, te va a entrar calor y, bueno, ya verás lo demás –dice riendo y a la vez dejándome la pastilla en la mano.

Asiento con la cabeza, me doy la vuelta y echo a andar fuera de aquel sitio con olor a… bueno, de todo. No es que vaya a hacerle caso e irme a un banco pero es que conque esté un segundo más allí acabaré vomitando hasta la primera papilla. Y, nada más poner un pie sobre la acera, me trago la pastilla con esfuerzo, notando como me rasca la garganta y apretando los ojos con fuerza. Y ¡venga! Suerte Theron, va a ser tu primer colocón en plena calle. Sin duda, esto promete mucho. Solía fumar en cualquier callejón oscuro o meterme cualquier cosa en un sitio abandonado pero hoy me ha salido la vena… no sé ni como llamarla, la verdad. Y, al instante, tengo que parar mi caminata y tomar aire un par de veces ¡vaya jodido calor! Me saco la chaqueta como puedo,  mientras que los colores a mi alrededor se van intensificando, se van haciendo más brillantes y las cosas empiezan a moverse con más lentitud de lo habitual. Camino hacia el centro de la ciudad, hacia la calle principal mientras una sonrisa estúpida se pinta en mi cara, vaya guasa que llevo encima. Las luces de las farolas me fascinan, como se mueven los fotones o lo que diantres sea que lleva. Me río, como si fuese un niño pequeño y me cuelo por una de las callejuelas que llevan a la peatonal, la calle principal. En entonces cuando los efectos empiezan a cambiar de nuevo ¡joder! las luces dejan de moverse y mi visión se torna un poco más centrada pero el calor es persistente, asfixiante. Ahora se me da por mirar a la gente, fijarme en su forma de caminar, de mover las caderas, los pies e incluso las manos. Dejarme seducir por cualquier contoneo que se me cruce por delante de la vista pero lo que no esperaba es justo lo que toca mi espada, con suavidad, cuando llevo unos metros recorridos de la peatonal. Me giro con lentitud, no vaya a ser que me caiga (cosa que veo muy posible, bueno, “veo”). Y allí está Hylekia, con una sonrisa vaga, casi miedosa y su mano derecha, con la que me ha tocado en hombro, temblando en el aire.

-Hola, preciosa –digo, para sorpresa de ambos, puesto que la cara de Hylekia se torna, literalmente, tan pálida como la cal para luego colorear sus mofletes con un suave color rosado.

-Te he visto… y, me preguntaba qué tal estabas –dice rápido, sin sentido casi, temblándole un poco la voz.
¿La estaba poniendo nerviosa? Bueno, yo lo estaría si el tipo extraño y callado de la clase, que se ha puesto como un loco a gritar en clases para luego caer desmayado me estuviese piropeando.

-Perfectamente –bueno, gracias a la mierda que me había tomado pero sí, estaba de puta madre y estaba manteniendo una conversación civilizada. O bueno, eso creía hasta que la pastillita siguió haciendo de las suyas.

Me fijo más detenidamente en Hylekia, algo me hace hacerlo. Fijarme en su chaqueta ceñida, en sus manos blancas y finas, sus pestañas largas, su morderse de labios, su mirada clavada en la mía y aquel rubor que no desaparecía. Oh, joder. Puto yonki, ya me podía haber avisado que aquella mierda me iba a poner el lívido por las nubes. Ahora entiendo su sonrisita socarrona. Por todos los dioses, no puedo dejar de mirarla, no puedo dejar de imaginarme cosas prohibidas con ella. Lo que me faltaba, joder, lo que me faltaba a mí.

-¿Puedo hacerte una pregunta? –dice, todavía con voz temblorosa.

-Eso ya lo es pero por ser tú, te dejo que me hagas incluso otra –río, ¡río, yo!

Sonríe como una tonta, con la mirada en sus zapatos y frotándose las manos antes de ponerse a hablar de nuevo.

-¿Me has perdonado? No sé si las leído la carta, la dejé en el bolsillo de tus pantalones, cosa que creo que tampoco debería haber hecho.

-Oh, por supuesto. Soy un ogro pero a las chicas guapas suelo perdonarlas. Tan solo no me toques jamás otra vez y… -espera, eso no es lo que quiero. No, sin duda que no. Quiero sus manos por mi cuerpo, ahora, que se funda con el calor que me está abrasando las entrañas-. Bueno, ahora mismo podría hacer una excepción. No quieras entenderlo pero es así –le susurro al oído, acercándome a ella para luego colocar un mechón de su pelo detrás de su oreja.

-¿Theron? –su voz temblorosa me roza junto al oído, haciendo estremecer casi.

Uh, pero ya no respondo de mis actos ni de nada en estos instantes. Ha sido rozar su piel y que todo se incendiara más todavía, que hubiese una explosión en mi interior, que quisiera y quiera tenerla aquí y ahora. Y, ¡qué coño! Sonrío de medio lado, la agarro con suavidad por la mandíbula y la acerco a mí, a mis labios. Joder y es que me la como entera. Está sorprendida, vamos ¡y quién no! Al principio se queda quieta, como una piedra, asustada pero estoy en frenesí y me atrevo a todo, incluso a darle una decena de besos por segundo, casi separando nuestros labios imperceptiblemente. Y en ese momento vuelve a decir mi nombre, más agudo, más alto, más contundente. Pero bueno, fuerte y contundente si que es la bofetada que resuena contra mi mejilla izquierda pero joder, como ha merecido la pena. Empieza a echarme la bronca, casi sin acertar a decir nada pero le sonrío y me doy la vuelta todavía con una sonrisa.

-Hasta mañana, Hylekia –digo con una carcajada y en el fondo espero que todavía vuelva a darme una paliza.

Soy un insensato. Soy un insensato, loco, puesto hasta las trancas que acaba de besar a su compañera de pupitre, esa que todos se quieren tirar y que, sin duda, después de lo que he hecho puede que me caiga alguna paliza. Y bueno, la verdad no sé como diantres llego a La casa del Terror pero llego y me meto en cama todavía en éxtasis, con ropa y botas.

3 de septiembre

Manos pegajosas. Dolor de espalda. Migrañas. Algo que se me clava en una pierna y, como banda sonora de todo, el despertador; el cuál deja de sonar después de uno de mis típicos manotazos. Joder, vaya mañanita. No recuerdo absolutamente nada, en realidad, no sé porqué tengo todavía las botas puestas, los pantalones y ropa interior semibajada y la carta de Hylekia está encima de la almohada. Oh, joder, Theron ¿qué diantres has hecho? Me llevo una mano a la frente, intentando recordar, cerrando los ojos con fuerza. Una pastilla azul. Eso es lo primero que se me viene a la mente. Luces parpadeantes, sonrisas, gente caminando. Hylekia. Espera. ¡Hylekia! Abro los ojos con espanto cuando las imágenes descolocadas de mi mente van tomando forma. Joder. Joder, joder, joder. Yo hablando con Hylekia y, lo que todavía es peor ¡besándola! Madre del amor hermoso, en la peatonal, delante de todo el mundo. Por todos los dioses, que si no llega a ser porque estábamos rodeados de gente me la hubiese merendado allí mismo, que por ganas no eran. Vale, después había conseguido llegar a mi cama sin muchos más ajetreos, me había metido en ella pero a los pocos segundos me había levantado a por la carta de Hylekia. Y… Joder. Puta pastilla. Puta lívido. ¡Vaya asco! Necesitaba una ducha. Ya. Acaba de comprender las últimas piezas del rompecabezas, esas que incluían las manos pegajosas y la ropa bajada.

Joder, la que me esperaba en clases.
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4 comentarios:

  1. Di que sí, coño. Enchufado hasta las trancas. Como me he reído, madre del amor hermoso, que parecía imbécil y to de lo mucho que me reía.
    Quiero enterarme ya de que coño pasará cuando se vean en clases, oh si.

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  2. He de decir que al ver un texto tan largo he dudado en si leerlo (a estas horas es normal morirse de sueño). Pero no, lo he leído y menos mal. Me encanta como escribes, en serio.

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  3. Como siempre genial, les estoy pillando un cariño a estos dos... Pero (bueno, siempre tengo un pero) faltas sin importancia que me gustaría señalarte (por contribuir con mi granito de arena digo yo...):

    -Párrafo 1 línea 10 (final)-11(principio): "Pues ahora ya estaban enterados"; creo que sería más preciso decir: Pues ya se han enterado o Pues ya están al corriente (porque el ahora no concuerda con el estaban).
    -Párrafo 1 línea 14-15: "antes de que todo lo que había sentido esa mañana volviese a devorarme" ; quizás lo haya entendido mal, pero acaba de despertarse y se refiere a esta mañana en lugar de esa y por ello requiere un pasado "más cercano" (creo): antes de que todo lo que he sentido esta mañana vuelva a devorarme.
    -Párrafo 2 línea 2: "mesilla veo un plato con comida, un vaso de agua y una nota que simplemente pone mi nombre" ; te ha faltado la prep. y el det. : una nota en la que simplemente pone mi nombre"

    Iba a seguir "corrigiendo"; pero en tiempos verbales pasas del pasado al presente y creo que aún no te has decidido hahaha. En tal caso, fin de la correción, gracias por escribir así y dejarme con la mandíbula colgando tan a menudo.

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  4. Evangeline: ¡máximas risas siempre con los tíos que salen de mi cabecita, madre mía! jajaja. Pero bueno, ay, cuando llegue a clases.

    Annie: ya, a mí también me pasa cuando veo algo grande para leer ya es como si diese miedo pero me alegro que haya merecido la pena que trasnochases un poco más y que te gustase : )

    Ipso Facto: ¡tengo un problema con lo del pasado y el presente tremendo! Es que claro, la historia está narrada en presente pero Theron recuerda cosas a veces y claro, eso tiene que ir en pasado. Y luego se me queda lo de escribir en pasado y se arma un pifostio tremendo jajaja. Pero bueno, muuuuuchas gracias, como siempre : )

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