67/365 // Entiéndeme

El aire cargado de THC -cannabis o maría de toda la vida, no me voy a poner tan técnico- entra en mis pulmones, arrasando con suavidad todo lo que pilla de camino. La garganta me quema un poco pero me aguanto las ganas de toser mientras clavo mi mirada en los ojos verdes de Hylekia.
Está loca. De remate. Y es lo que más me gusta de ella. Mi sentido común me dice que me aleje de ella y no me vuelva a cruzar en su vida mientras que el instinto más ancestral de los seres humanos me grita que me la debo tirar de todas las formas conocidas y así saciar aquella sed que embarga mi cuerpo. Y es el instinto quién manda ahora ¿a caso alguna vez ha mandado el sentido común en alguien? 

Sonrío y se me escapa finalmente el humo de los pulmones, fundiéndose con el aire y desapareciendo finalmente. Hyle también me mira divertida, con los ojos un poco vidriosos lo que los hace más verdes e incluso más bonitos. No deja de mirarme, no parpadea y no quiero romper aquella mirada que nos une casi alma con alma. Deben de ser cosas de la droga lo de las fusiones extrasensoriales. 
Nuestros cuerpos siguen pegados, su espalda contra el árbol y su pecho contra el mío y creo que no he conocido jamás una sensación que me gustase más que tenerla así de cerca. 

-Quiero dormir contigo -me pide, sorprendiéndome en sobremanera. 

-¿Dormir? -le pregunto alzando una ceja con guasa, acaba de decir que solo me quiere por el simple hecho de echar un polvo y repito, no estoy nada en contra-. Es imposible, tengo demasiados hermanos pequeños -río mientras pienso en todos aquellos críos que conviven conmigo.

-Entonces quiero que duermas conmigo -cambia sus palabras. ¿Significa eso que quiere que vaya a su casa? 

-Tienes una familia a la que no le va a hacer gracia que aparezca un tío metido en la cama de su virginal hija, seguramente un tío desnudo que a la vez es un tipo raro, que seguramente huela a maría y restos de alcohol; no es un buena idea, princesa.

Princesa. Le he dicho princesa. Que me detengan ya por pasteloso insufrible, que por si no fuese suficiente con eso, me encuentro acariciándole el pelo, enredando mis dedos entre sus ondas cobrizas. Ella se pone de morros como respuesta alguna, enfadada ante mi negativa. Da un paso hacia la derecha, deshaciéndose de mi contacto y dejándome un frío aterrador en el pecho (tanto en la superficie como en el interior). Su pelo se escapa de entre mis dedos, con una suave caricia que vuelve a llenarme de vacío.

Llenarme de vacío. Vaya cosas pienso cuando tengo mis sentidos embaucados por las drogas. ¿A caso no he estado siempre lleno de nada, del más puro vacío? Quizás esos simples roces me alejan de ese sentimiento que he sobrellevado tantos años y la idea de volver a caer al abismo me da pánico. Por favor, no seas estúpido Theron. Tan solo le acabas de tocar el pelo, no ha significado nada para ella.

Pero en el fondo siento que es mucho más que eso. Tengo la plena conciencia de que Hylekia es quién de llevarme a lo más alto de la felicidad, de enseñarme todas las cosas buenas de la vida y sé con la misma seguridad de que en el momento que ella lo decida -o que los astros se conjuguen en una fatal alineación- también será la que me vuelva a enterrar en lo más profundo de mis tinieblas, dejándome destruido, en ruinas y otra vez sin nada salvo el recuerdo de haber sentido. Y eso será un arma de doble filo que me matará lentamente desde dentro. Haber perdido aquello que me llenaba. 

Y como si de una premonición se tratase, me planta un beso en la piel sensible de debajo de mi oreja, se da la vuelta y veo como empieza a caminar alejándose de mí, dejándome allí plantado, eufórico pero vacío, entusiasmado pero triste. Y sé que aquello va a ser el pan de cada día con esta mujer.

Puta Hylekia, si ya os lo tengo dicho. 

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