Hoy es uno de esos días en los que te echo de menos (un poco más que cualquier otro día). Hoy le puedo echar la culpa a las hormonas revolucionados y por eso me permito llorar sin sentirme mal. Alimento mi pena con cartas y tarjetas, con palabras que alguna vez salieron de tu puño y letra y me dejo llevar por las cosas que me hacían y hacen sentir. Solo tengo que abrir una carpeta y dejarme llevar por las convulsiones que causan mis sollozos.

Llevo tres años de crisis existencial, no me gusta ni lo que soy, ni lo que tengo ni lo que doy a los demás. Me siento atrapada en una vida que no quiero que sea la mía pero no sé como salir de aquí. Tengo las mismas dudas aterrorizándome desde siempre pero ya no tengo donde apoyarme.

A veces, cuando me brilla un poco más de esperanza dentro, pienso que algún día las cosas mejorarán, seré una mejor versión de misma y volveré a querer como una vez quise.
Otras veces me zambullo en mis tinieblas y dejo que colapsen mis pulmones, que se queden allí un rato mientras las mezo al ritmo de mis sollozos, alimentados por el miedo de no volver a encontrar en mi vida algo tan bueno.

Dije que ya no estaba triste y maticé "al menos no tanto, no siempre". Y es cierto.
Más que tristeza es rabia. Un odio muy profundo hacia muchos aspectos de mí misma.  Llevo casi dos años en los que pasa el tiempo y yo me siento como al principio. Se me escapa la vida y la juventud y todo es rabia y más rabia. De lo que fue y no pudo haber sido. De lo que nunca será.


Would've been, could've been,
Should've been, never was, and never ever will be.

(And the snakes start to sing - BMTH)

Soy la marchitez en persona, que le vamos a hacer. Pero las rosas marchitas todavía siguen viviendo en un jarrón rojo encima de mi mesa. Porque algo que está muerto ya no puede morir pero sí estar muerto en vida.


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