103/365 // Entiéndeme

Lo primero que siento, después de ver a un par de personas arremolinarse junto a mí justo al entrar en la escuela, es un puñetazo que atenta con sacarme algún que otro diente. Me he quedado tirado en el suelo, todavía estoy intentando asimilar qué es lo que está pasando pero una patada que se clava en mis costillas hace que deje de pensar en cualquier cosa, mi mente solo está ocupada en estos momentos en sentir dolor. 
Abro los ojos, que se me habían cerrado conteniendo las lágrimas y alcanzo a ver como otro puntapié de aquel tío se clava en mi cuerpo. Me suena su cara pero no lo termino de ubicar, lo que tampoco es que me extrañe mucho, al fin y al cabo no tengo amigos y las caras de las personas me resultan muy similares unas a las otras al no conocerlos. 

-¡Levántate hijo de perra! -y no es que no quisiera pero resulta estúpido que me haya gritado eso cuando es él mismo el que me está alzando del suelo cogiéndome por el jersey. 

Veo ya como otra vez su puño va camino de mi cara pero, milagrosamente, antes de que ocurra llegan un par de profesores y agarran a aquel tío. Yo estoy completamente ido -y prometo que no es por las drogas- ni siquiera me he defendido pero no porque no quisiera sino porque todo me ha pillado tan de sorpresa que me ha dejado en shock, 
Me sabe la boca a sangre y es una sensación que odio. Me paso la manga de la chaqueta por el labio, sacando los restos de sangre y me voy directo al baño, ignorando los gritos que se dirigen hacia mí, al fin y al cabo, yo no he hecho nada. Antes de cagarme en el tío este y ponerlo a caldo tengo que sacarme este sabor de la boca, con urgencia. 

La puerta del baño se cierra con estrépito tras de mí y acudo con premura al lavamanos. Me enjuago la boca un par de veces hasta que por fin dejo de sentir aquel sabor a óxido en mi boca. Y por un momento me miro en el espejo. Tengo el pelo más despeinado de lo normal, un corte bastante feo en el labio inferior y un moratón incipiente en la parte baja de mi mandíbula izquierda. No sé porqué pero me río al verme de aquella guisa. Me río de mi vida, de lo asquerosa que es. Me río por pena, por no ponerme a llorar e inundar el edificio. También me duelen las costillas, infinitamente y cuando estoy a punto de sentarme en el suelo la puerta se vuelve a abrir, sobresaltándome. En verdad he pensado que venían a terminar con lo que habían empezado pero es el director el que se me queda mirando bajo el umbral de la puerta.
Y me mira con pena, con compasión y es entonces cuando le dirijo una mirada de asco. Ni a mí mismo me permito sentir pena por mi persona, mucho menos voy a dejar que alguien me mire de la misma forma que a un perro abandonado en la calle. Soy como ese perro pero no quiero la compasión de nadie. 

-¿Estás bien, Theron? -es una pregunta de cortesía, creo que sin lugar a dudas no lo estaba-. ¿Qué es lo que ha ocurrido?

-He llegado a la escuela y antes de sentir ese asqueroso olor a humedad que vive en el edificio lo que me ha recibido ha sido un puñetazo en la cara. Yo también me pregunto qué ha pasado. 

-Hablaré con Dylan, por el momento ya está en mi despacho con una amonestación. ¿Quieres que le cuente lo ocurrido a tus tutoras? 

Por un momento lo miro con otros ojos, en realidad está interesado por mí, por mi opinión y en este mismo instante ha ganado muchos puntos positivos. No me trata como a un crío que se ha metido en una pelea, creo que sabe y entiende de verdad que yo he sido la víctima.

-Preferiría que esto quedase aquí -le digo con una sonrisa-. Muchas gracias, director. Si se entera del porqué de esto -le digo señalando mi cara hinchada- me encantaría saber la historia. Gracias otra vez por contar opinión -y se lo agradezco de verdad. 

Me dedica una pequeña sonrisa y me manda a clase con un solo movimiento de cabeza. Respiro hondo y echo a andar por el mismo camino que ha seguido el hombre. Las noticias van a una velocidad mayor que la de la luz y cuando pongo un pie en la clase todas las miradas se clavan en mí -y casi siento que tanta atención atenta con tirarme al suelo, hacer que pierda el control y me desmaye como tantas otras veces.
Casi corro hasta mi pupitre, me siento y clavo mi mirada en las vetas de madera de la mesa. "Si no los miras no están aquí" es el pensamiento que intenta calmar mis nervios y mi respiración. Apenas me doy cuenta de que la profesora ya ha iniciado la clase de arte y solo el olor de la colonia de Hylekia me saca de mis perturbados pensamientos y hace que levante ligeramente la vista. 

Se ha vuelto a sentar a mi lado, aunque haya más sitios libres en las primeras filas. Me extraña en sobremanera, puesto que me ha dejado más que claro que nuestra relación -bueno, no es ni una relación ni nada, que cojones- es totalmente clandestina. Pero allí está, a mi lado, y ya me está volviendo loco otra vez, como resulta habitual con el aura que la rodea. Sé que se fija por unos segundos en mi cara y pone cara de asombro pero no dice nada. Le empiezan a temblar las menos de nuevo y se las frota un par de veces -como es costumbre- antes de coger las cosas de su mochila. 

Yo, por mi parte, fijo la vista en el libro y sigo la lectura que está llevando a cabo la profesora. Me duele todo el cuerpo, de lo único que tengo ganas es de tumbarme en cama y dejar que todos mis pensamientos me destruyan por dentro, que se junte el dolor físico y mental y que me destrocen de una vez por todas. Pero siempre me acabo curando y vuelve a reabrir esa herida que jamás de sanado. Una de tantas. Y ahora también una de verdad en mi cara. Eso sí que iba a ser más difícil de esconder cuando llegase a la casa de los horrores.

-Siento lo de Dylan -escucho susurrar a Hylekia tan bajito que casi me cuesta seguir sus palabras. No entiendo por qué me pide perdón y lo cierto es que tampoco tengo ganas de tener ningún tipo de conversación.

Y ella no dice nada más, quizás porque piensa que estoy terriblemente enfadado -que lo estoy con ese tal Dylan pero no con ella. Pero ya sabemos que lo de socializar no es lo mío, quizás otro día ya le explicaré que en realidad no tengo nada en contra de ella. 




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