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Se equivocó el que dijo que las líneas paralelas nunca se encontrarían, que estaban destinadas a vivir siempre cerca pero que jamás se rozarían. 
Pero se juntaron.
Y se enamoraron. 
O quizás siempre lo estuvieron, la una de la otra y fue esa la fuerza que las hizo romper las leyes de la física y acabar unidas en un tortuoso abrazo. 
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