Nada salvo ella, un fénix resurgido de sus propias cenizas, de sus miedos, de sus quebraderos de cabeza, de las palabras ajenas impregnadas en veneno, de la envidia, de las ganas de hacer daño, del no saber, del malmeter.
Pero en el fondo lo agradecía, no estaba ni triste ni enfadada pues la habían hecho más fuerte y no hace daño quien quiere sino quien puede.
0 comentarios:
Publicar un comentario
¡No muerdo, comenta!